jueves, agosto 01, 2019

Los “rebencazos” de la Rural



Durante la quinta jornada de la Exposición Rural de Palermo, el domingo 28, un grupo de 40 manifestantes de diferentes organizaciones defensoras de los animales y del medio ambiente irrumpieron con carteles con consignas contra la explotación y el maltrato animal, en medio de una ceremonia de premiación que se realizaba en la plaza central del predio de la Rural. Los competidores reaccionaron desalojando la pista por la fuerza.
“En repudio a la Expo Rural, que exhibe y promueve la explotación animal”, rezaba la convocatoria a la acción de protesta. La acción fue impulsada por un conjunto de organizaciones “con el objetivo de disminuir el maltrato que los humanos provocan a los animales de la industria alimentaria”. “La Expo Rural es un símbolo, un ejemplo de todo lo que representa la cultura de la explotación animal en la Argentina. Miles de animales mal llamados 'de granja', son expuestos y subastados, tratados como mercadería”, se denuncia en el comunicado de una de las organizaciones.
La respuesta que obtuvieron los manifestantes fue la propia de una exposición organizada por la oligarquía terratenientes y los patrones de estancia: les tiraron los caballos encima, los desplazaron a golpes, al punto que fue radicada una denuncia penal por heridas y amenazas con un facón a uno de los activistas. Sectores del público vitoreaban la violenta corrida a rebencazos. Recién cuando tomó trascendencia mediática, los organizadores de la Sociedad Rural salieron a desmarcarse del hecho, no dejando de deslizar las responsabilidades en los grupos defensores de los animales.
El patoterismo con que se expulsó del lugar a los activistas que se habían concentrado no es fortuito. La Expo Rural es, antes que nada, una cumbre empresaria, un despliegue donde lo más granado del capital agropecuario busca imponer determinadas concesiones en materia de política económica.
En el caso de esta Exposición en particular, previo a las Paso, la Mesa de Enlace Agropecuaria publicó un documento de ocho páginas para intercambiar con todos los candidatos patronales, en el que insisten en primer lugar con la presión por una nueva reforma tributaria que libere todos los impuestos a la actividad económica (en primer lugar a la exportación) con la intención de sostener solo aquellos gravámenes como el de la propiedad de la tierra, cuya valuación fiscal se encuentra congelada muy por debajo de su valor de mercado. Al mismo tiempo insiste con bajar los aportes patronales, flexibilizar las condiciones laborales, una ley nacional para evitar normas provinciales y municipales que limiten el uso de agrotóxicos, entre otros puntos.
Esta agenda patronal intenta ser apropiada por el gobierno de Macri, que luego de las recurrentes crisis financieras chocó con algunos exponentes del sector por la suspensión de la eliminación de las retenciones a la exportación. Pero tiene competencia, a juzgar por las reuniones que Alberto Fernández pide en cada provincia a las entidades agropecuarias, como sucedió en Córdoba y Santa Fe. Él mismo se encargó en el pasado de despegarse de la conflictiva resolución 125 de 2008, asegurando que fue obra exclusiva de Martín Lousteau -en aquel tiempo ministro de Economía de los K.
Si tenemos en cuenta la agenda que reclama el gran capital campestre, las consecuencias de la depredación ambiental y la explotación animal que denuncian las organizaciones son oportunas. Pero solo pueden progresar en la medida en que sean ligadas al cuestionamiento de todo un esquema económico, que entre otras cosas tiene al país entero dependiendo de los dólares de la liquidación de las cosechas. Una crítica a fondo de estas problemáticas debe incorporar la necesidad de una reorganización social para que la crisis la paguen los capitalistas. Finalmente, la lucha consecuente contra toda explotación es la lucha por el socialismo.

Iván Hirsch

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