Se lanzó la licitación del Bonte 2030.
El gobierno lanzó el nuevo bono destinado a atraer a los fondos de inversión internacionales. De ese modo, toma nueva deuda a tasas altísimas para asegurar el pago a los bonistas. A su vez, sigue dilapidando reservas para intervenir el mercado de dólar futuro, en función de pisar el tipo de cambio y hacer redituable la bicicleta financiera para los especuladores.
Finalmente se licitó el Bonte 2030, un título en pesos de suscripción en dólares, con el objetivo de captar U$S 1.000 millones en el mercado internacional. El mismo ofrece tasa fija con pago semestral de intereses y vence en cinco años, pero incluye un seguro con la posibilidad de cancelarlo anticipadamente (put) en 2027, es decir antes del fin del mandato de Milei.
Curiosamente, Luis Caputo planteó que esta operación "NO implica un aumento de la deuda bruta, ni tampoco neta", bajo el pretexto de que el Tesoro utilizará esas divisas para cancelar vencimientos de deuda en dólares. Es otra estafa, porque dentro de ese vencimiento se pagan intereses a costa de un bono que a su vez tiene sus propios intereses. Además, al tratarse de un instrumento indexado al tipo de cambio, ante una devaluación, el Banco Central deberá recurrir a una fuerte emisión monetaria para afrontar los vencimientos o la ejecución de los puts.
El gobierno apela al endeudamiento principalmente para poder afrontar el vencimiento de julio por U$S 4.500 millones con los bonistas privados. Finalmente, tiene dificultades para acumular reservas por otras vías, teniendo en cuenta que crecen las importaciones y los viajes al exterior; no arriban las inversiones esperadas y el país sigue sin acceder al mercado de crédito internacional a tasas razonables debido su insolvencia.
El mecanismo de recabar dólares mediante la emisión de bonos en pesos depende de que el rendimiento de la tasa sea superior al ritmo de devaluación. En aras de despejar las expectativas devaluatorias, el gobierno viene interviniendo en el mercado futuro del dólar: en abril se registró una venta neta de U$S 408,78 millones, y, en lo que va de mayo, se estiman por U$S 1.000 millones.
Así las cosas, Milei perpetúa el callejón sin salida de contraer nueva deuda para pagar vieja. En el camino, recaerá sobre el Tesoro el peso de los intereses que acumule el nuevo bono, cuyo pago será a costa de más ajuste sobre el pueblo. Además, al estar atado al dólar, si se produce una devaluación antes del vencimiento, cancelarlo implicará volcar una enorme cantidad de pesos al mercado, lo cual pagaremos los trabajadores con inflación y saltos cambiarios.
La única alternativa al hipotecamiento constante para rescatar la deuda usuraria es desconocer esta última, como parte de un proceso de reorganización social comandado por los trabajadores, en beneficio de las mayorías.
Sofía Hart
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