lunes, marzo 11, 2019

Consideraciones en torno al género autobiográfico y Mi vida de León Trotsky



Articular históricamente lo pasado no significa conocerlo «tal y como verdaderamente ha sido». Significa adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en el instante de un peligro […] El peligro amenaza tanto al patrimonio de la tradición como a los que lo reciben. En ambos casos es uno y el mismo: prestarse a ser instrumento de la clase dominante [...] El don de encender en lo pasado la chispa de la esperanza sólo es inherente al historiador que está penetrado de lo siguiente: tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer.
Walter Benjamin, Tesis de filosofía de la historia

1. Sobre la Autobiografía.

Mi vida: intento autobiográfico. Intentar, atendiendo a su definición, es hacer el esfuerzo o las acciones necesarias para realizar una cosa, aunque no se tenga la certeza de conseguirlo. La autobiografía, se entiende como una respuesta ante la manifestación de la muerte, frente al fin próximo de nuestra vida. Es, a decir de un crítico literario, “un supremo acto de rebeldía frente a la desmemoria y el olvido, en tanto consecuencias efectivas del paso del tiempo”. [1]
La crítica parece estar de acuerdo en conceder a San Agustín la autoría de la primera autobiografía, sus Confesiones, catorce siglos antes de la invención y empleo de término autobiografía, esto durante el Romanticismo. Hay que anotar que el género en cuestión nos representa un problema por la cercanía de la autobiografía con otras manifestaciones genéricas tales como “la memoria”, “la noticia biográfica”, “el autorretrato”, “la apología” y el antecedente de todos los anteriores “la confesión”.
No obstante, podemos encontrar algo de claridad al respecto en la llamada ‘teoría de los géneros”. Mientras que la “confesión” aludiría a una historia personal que busca comunicar o expresar la naturaleza esencial, íntima, o la verdad del “yo”, la “apología” pretendería demostrar y reivindicar al propio individuo. La “memoria”, por otro lado, podría subdividirse en “biografía” —que buscaría el recuerdo de alguien para que no caiga en el olvido— y “autobiografía” —que tendría el fin muy concreto de lograr en vida un reconocimiento— o que se haga justicia a una pretensión.
La autobiografía sería, pues, la pretensión de reconstruir la vida propia, y de las circunstancias reales en que se vivió donde el centro de interés es el “yo”, aunque el mundo exterior aparece y con cuyo encuentro el “yo” encuentra su particularidad. Una diferencia fundamental entre la biografía y la autobiografía sería la muerte. Quien escribe una autobiografía jamás llega hasta el fin de su historia como en el caso de la biografía “oficial”. El autobiógrafo no tiene la certeza de que su vida triunfará sobre la muerte porque la muerte del narrador en la narración no permite decir al “yo” la última palabra.
El género autobiográfico tuvo una amplia y constante práctica durante el siglo XIX. Se puede decir que fue el Romanticismo el que puso de moda el género, porque el romanticismo es de alguna manera una enorme autobiografía entendida como confesión íntima de los sentimientos. El deseo de contar y revelar o descubrir nuestro entorno sumado a un tono confesional, íntimo o subjetivo, contribuyó al desarrollo y constate empleo del género autobiográfico en esta época.
Sabemos también que en el Romanticismo se desarrolla una muy fuerte conciencia historicista, con su pretensión de objetiva a la par de un desarrollo de la autoconciencia, subjetiva, que marcarían este movimiento literario. El género autobiográfico, nacido como tal en este periodo cultural, ha sido considerado un género bifronte, en tanto nos presenta una lucha dialéctica entre estos dos impulsos románticos.
William C. Spengemann, cataloga su libro The forms of autobiography [2] cuatro formas de autobiografía: 1. Una autoexplicación histórica donde se intenta mostrar la verdad de los hechos que se narran. 2. Una autoinvestigación filosófica donde se agrega al relato histórico una concepción del mundo, una conclusión ideológica. 3. Una autoexpresión poética donde el primero y el segundo adquieren una dimensión más subjetiva, personal, y donde caben los detalles más íntimos y escabrosos del autobiografiado. 4. Una autoinvención poética donde se llena de ficción acercándose al género novelístico y a otras especies literarias.
De la definición de Philippe Lejeune como “la narración retrospectiva en prosa que hace una persona real de su propia existencia, poniendo énfasis en su vida individual y principalmente en la historia de su personalidad”, [3] habría que acotar que la “verdad” o “realidad” de la autobiografía está limitada por esta centralidad de la individualidad y la expresión de la propia personalidad. Los hechos ciertos que ha vivido el autor son presentados desde un punto de vista preponderantemente subjetivo.
Según María Antonia Álvarez, [4] toda autobiografía ha de tener en cuenta tres elementos básicos: el carácter, la técnica y el tema. El carácter expresa el motivo que impulsa a escribir la autobiografía donde hay que valorar la diferencia entre el narrador y el protagonista que marca una distancia entre ambos de tal modo que el lector puede valorarla. La técnica narrativa sería la elección formal compositiva del autor para presentarnos el espacio-tiempo y los personajes con el fin de lograr ciertos fines en el lector. Por último, el tema sería entendido como la idea centrar entorno a la cual gira la historia con sus diversas condiciones personales, históricas, temporales y espaciales

2. Mi vida: un intento autobiográfico

¿Por qué un intento autobiográfico? Trotsky no se engaña, si bien la autobiografía es un género bifronte, donde la subjetividad juega un papel central, es claro: “Mi vida no ha sido muy normal, pero las causas de ello no hay que buscarlas en mí mismo, sino en las circunstancias de la época. Lo objetivo aventaja a lo subjetivo, y decide todo.” [5] Y agrega: “La demarcación entre una autobiografía y una historia de la revolución rusa ha debido ser buscada a tientas, empíricamente.” [6]
Trotsky está más cerca de las dos primeras formas que nos presenta William C. Spengemann, lo deducimos de la intencionalidad manifiesta de Mi vida: “Si mi memoria topográfica —y no hablemos de la musical— es muy débil, y mi memoria visual y lingüística son bastante mediocres, mi capacidad de retención de las ideas está muy considerablemente sobre la media. Y en este libro las ideas y el desarrollo de las ideas y las luchas de los hombres por ellas ocupan, en suma, el lugar central”. [7]
Dos ejemplos sobre esta falta de primacía de lo subjetivo en Mi vida los encontramos cuando nos presenta la información sobre su primera esposa que despacha en apenas un párrafo, al igual que los datos sobre la muerte de su madre. Lo contrario pasa con lo temas, como el chovinismo, al que reiteradamente vuelve a lo largo de varios capítulos.
Quienes busquen chismes o noticias intimistas en Mi vida no los encontrarán. Los datos personales que proporciona Trotsky están conectados por la intención central de la obra: “La única razón que puede justificar la publicación de mi autobiografía, es que todo lo que, en mi pasado, más o menos, pueda haber de extraordinario, se haya asociado íntimamente a las luchas revolucionarias”. [8] Esto lo vemos en los primeros capítulos de Mi vida, donde contar su infancia nos traslada a la decadencia de una sociedad zarista mencionando los azotes como medidas represivas, el robo como práctica común, la presencia de enfermedades y el alcoholismo como un mal generalizado y como una ceguera nocturna es causada por la desnutrición, y todo esto frente a una nobleza, venida a menos, por demás grotesca en su ignorancia parasitaria.
Cuando el editor le solicita escribir una autobiografía, Trotsky es ya, además de un revolucionario probado en el campo de batalla, un intelectual plenamente formado. Podemos decir que el fundador del Ejército Rojo acepta la encomienda con pleno conocimiento de lo que hace, del cómo lo hace y para qué lo hace. En efecto, Trotsky ya había ganado, como teórico y crítico literario, un lugar en la escena rusa. De esto da cuenta en su autobiografía e, igualmente, Isaac Deutscher en su biografía del revolucionario ruso.
Al respecto es ampliamente recomendable su texto Literatura y Revolución. Trotsky es, pues, un profesional de la escritura, consciente de las implicaciones compositivas de la narrativa, del uso de las figuras retóricas y poéticas en el arte de persuadir. En el Profeta Armado se hace una interesante comparación entre los discursos dirigídos a los campesinos, a los militares, a los obreros y a los camaradas del partido. Se puede percibir, y Deutscher lo remarca, que el estilo, los recursos léxicos empleados, etc., variaban tácticamente según el receptor al que pretendía llegar y convencer, como una práctica plenamente consciente, que lo ubica al lado de los más grandes oradores al menos del siglo XX.
Pero volviendo a la autobiografía, Trotsky tenía una idea clara de lo que entendía por este género:
“La autobiografía de un político revolucionario abarca necesariamente numerosas cuestiones teóricas, que se relacionan parcialmente con la evolución social de Rusia, y otras con la marcha de toda la humanidad, y muy especialmente con esos períodos críticos a los que damos el nombre de revoluciones”. [9]
Podemos decir que Mi vida es una especie de pretexto, porque para nuestro autor contar su historia personal es algo secundario, y solo se entiende en tanto ligada la historia colectiva, una historia que como marxista, Trotsky aborda desde la perspectiva de un proletariado inmerso en la lucha de clases.
Es absurdo escribir una autobiografía de la vida íntima desconectada de los avatares de lo social, y probablemente es a esto a lo que se refiere el autor con lo de un “intento” autobiográfico. Porque si bien los editores le han solicitado la autobiografía, éste se aleja de las expectativas de los potenciales lectores que relacionan este género romántico con la exposición de las intimidades. Como dice el mismo Trotsky:
El interés por las biografías o autobiografías de aquellos que, por alguna razón o por otra, ocuparon un lugar un poco más relevante en la vida social; radica en comprender los caminos secretos por los que la individualidad atraviesa del mundo de los primeros años al de la vida consciente, donde estos mundos son antagónicos por la atmósfera espiritual que rodea a c/u, los grandes acontecimientos y las grietas internas no son menos decisivas para una persona. [10]
Y agrega:
Este libro no es una fotografía inanimada de mi vida, sino una parte que la compone. En sus páginas, continúo la lucha a la que he consagrado mi vida. Exponiendo, caracterizo y valoro; relatando me defiendo y, a menudo, ataco. Pienso que es la única forma de darle objetividad a una biografía en un sentido más elevado; es decir, de convertirla en la expresión más adecuada de una personalidad y de las condiciones de una época. [11]
He aquí con claridad la concepción materialista del lenguaje de Trotsky. La palabra es un arma, un decir que hace y contribuye a transformar la realidad. Ante la persecución estalinista, se defiende desde el exilio atacando la propaganda que pretende ubicarlo como enemigo de Lenin y la Revolución. Una batalla que desde el discurso y la acción continúa vigente para quienes reivindicamos su legado, en un tiempo donde la mentira tiene financiamientos oficiales, como los de la Rusia de Putin, y plataformas de difusión masiva, como la de Netflix, que continúan intentando borrar o manchar el nombre de uno de los principales dirigentes de “Revolución de Octubre”.
Mi Vida es, además, una obra polémica porque en ella se refleja la dinámica de la vida social establecida sobre contradicciones en un tiempo de guerras y revoluciones, ¿Cómo podría Trotsky dejar de ser polémico sin traicionarse y traicionar la realidad? El marxismo es una teoría revolucionaria y ésta no puede dejar de ser polémica.
Trotsky nació en el contexto de las primeras bombas contra el zarismo (1879), dos meses antes de su nacimiento se funda el partido Narodnaia Volia (La voluntad del pueblo). Conoció el ambiente radical y el universo de las ideas revolucionarias en Nikolaiev en casa de un jardinero checo de nombre Franz Frantzevitch Chvigovski, donde se reunían varios jóvenes con algunas aspiraciones radicales. A los 17 años era más bien un adversario del marxismo. Estando en prisión en 1900 se pasó de manera definitiva al terreno teórico del marxismo, pero desde 1898 ya se denominaba socialdemócrata y trabajaba en el sentido de la lucha de clases proletaria. Para Trotsky su emblemática evasión de la cárcel en un trineo tirado por renos a través de un espacio desértico y lleno de nieve, sería unos de los mejores recuerdos de su vida.
Rescato los siguientes datos biográficos de Mi vida: “Tuve por universidad la prisión, la deportación y la inmigración”. “Dejando de lado los años de la guerra civil, lo esencial de mi vida estuvo constituido por la actividad militante del partido y escritor.” “Una vida de ‘aventuras’, aunque no tenía nada en común con los buscadores de aventuras. Soy más bien pedante y conservador en mis hábitos. Amo la disciplina y el método. Más allá de lo paradódijo, no tolero el desorden y la destrucción. siempre fui un estudiante aplicado y cuidadoso. El deseo de instruirme jamás me ha abandonado.” “Siento repulsión por las relaciones de autoridad.” “En el taller, en la casa de la servidumbre, en la cocina, en el patio trasero, la vida se abría frente a mí más ampliamente y de otra forma que en mi familia.” “La II Internacional se pervirtió por el Chovinismo y el Reformismo.”
Enzo Traverso en El Profeta Mudo: Trotsky hoy, nos dice que:
Con excepción de los historiadores y de sus discípulos, el dirigente de la Revolución de Octubre parece, pues, condenado, en lo que respecta a la mayoría, al silencio. Ocupa un lugar de honor entre los vencidos de la historia, entre los cuales se esconden, en los períodos tristes y grises como el nuestro, la utopía y la esperanza de un mundo más libre y más humano. De cierto modo prosigue, post mortem su camino de herético y de exiliado. Precisamente eso hace de él una figura fascinadora para quienes, sin preocuparse por el conformismo imperante o por el contrario, decididos a resistir la atmósfera de su época, se obstinan, siguiendo el ejemplo de Benjamín, en «cepillar la historia a contrapelo». Visto desde este ángulo Trotsky sigue siendo en la historia del siglo XX un protagonista único e irremplazable cuya grandeza, lejos de reducirse al papel central desempeñado en la Revolución Rusa, brilla sobre todo en los largos periodos de su exilio cuando, perseguido, combatía en un aislamiento casi total. [12]
Concluyo trayendo este potente mensaje de nuestro revolucionario que nos marca el camino a seguir a quienes aspiramos a derrotar el capitalismo:
Ya por segunda vez he visto a las masas abandonar la bandera después del aplastamiento de la revolución de 1905 y al inicio de la guerra mundial. Por eso sé lo que son los flujos y reflujos de la historia. Me acostumbré a tomar la perspectiva histótica desde otro punto de vista que el de mis vicisitudes personales. La primera obligación de un revolucionario es conocer las causas racionales de los acontecimientos y saber encontrar ahí su lugar adecuado. [13]
De aquí el temor estalinista, en su momento, de que al terminar la Segunda Guerra Mundial pudiese darse un nuevo periodo de revoluciones encabezados por Trotsky. De aquí tal vez la distorsión y la franca calumnia al legado de Trotsky, por parte de la burguesía y sus personeros.

Julián Contreras Álvarez

Notas

[1] Cáseda, J. "Historia del género autobiográfico o el género autobiográfico en la Historia: una aproximación", Revista de estudios filológicos, Nº23 - Julio de 2012, recuperado de: https://www.um.es/tonosdigital/znum23/secciones/tintero-2-genero_autobiografico.htm
[2] William C. Spengemann, The Forms of Autobiography: Episodes in the History of a Literary Genre. Londres: Yale University Press, 1980.
[3] Philippe Lejeune, Le pacte autohiographique, París: Ed. du Seuil, 1975, p. 2. Citado en Cáseda, J. Op. Cit.
[4] Álvarez, M.A., “La autobiografía y sus géneros afines”, Epos: Revista de Filología, Nº 5, (1989), pp. 439-450 (p. 443).
[5] Trotsky, L. (2012). "Prólogo", Mi Vida: Intento Autobiográfico, Obras Escogidas de León Trotsky, Vol. 2. Buenos Aires: Ediciones IPS-CEIP.
[6] Ídem.
[7] Ídem.
[8] Ídem.
[9] Ídem.
[10] Ídem.
[11] Ídem.
[12] Traverso, E. "El profeta mudo: Trotsky hoy", Viento Sur, 2 de abril de 2011
[13] Trotsky, Op. Cit.

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