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sábado, agosto 10, 2019
1919-2019: Centenario de la Internacional Comunista (IV) - La Tercera Internacional y el movimiento sindical
La Internacional Comunista, creada por los bolcheviques en marzo de 1919, representó, en sus primeros años, una gran escuela para refundar el movimiento obrero mundial sobre las bases del genuino marxismo revolucionario. En sus primeros congresos, debatió y analizó todas las grandes cuestiones de la lucha de clases: la cuestión nacional y colonial, de la mujer, la juventud, los soviets, etc. Pero sin duda, uno de los asuntos claves fueron los sindicatos.
¿Qué actitud han de tener los comunistas ante los sindicatos?
Las tesis adoptadas por la Internacional Comunista y su frente sindical, la Internacional Sindical Roja, en 1920-21, prestan muchísima atención a esta cuestión, analizando el desarrollo del movimiento sindical en los años anteriores y explicando las tareas de los comunistas.
La grave crisis económica que atenazaba al capitalismo tras la Primera Guerra Mundial (1914-18), empujó a la clase obrera a una lucha encarnizada por mantener sus condiciones de vida. Asimismo, disipada la histeria nacionalista de la guerra, muchos obreros querían ajustar cuentas con sus respectivas clases dominantes, que les habían enviado a las trincheras como carne de cañón a cambio de nada. Millones entraron en los sindicatos, a menudo dominados por la socialdemocracia reformista.
Durante los periodos de tranquilidad y de bonanza, donde es posible la conciliación de clases, al frente de los sindicatos tiende a formarse una dura corteza de burócratas conservadores y privilegiados, leales al sistema capitalista. En los momentos de crisis, estos burócratas actúan como un tapón, conteniendo las luchas y desviándolas del camino revolucionario. Efectivamente, ante el descrédito del sistema capitalista, la burguesía había de utilizar a los dirigentes sindicales para contener y apaciguar a los trabajadores. Juntamente con la represión y la dictadura militar, el reformismo de los dirigentes sindicales se convirtió en uno de los principales cortafuegos del sistema.
Los jóvenes partidos comunistas que surgieron en toda Europa en 1919-21 estaban llamados a librar una batalla sin cuartel contra esta burocracia reaccionaria. Al mismo tiempo, tenían que evitar dar la espalda a los millones de trabajadores que se estaban organizando en estos sindicatos. Por lo tanto, antes que formar nuevas centrales revolucionarias, la tarea de los comunistas era la de tratar de conquistar para las ideas de la revolución a las grandes organizaciones de masas.
Las escisiones para formar nuevas centrales sólo estaban justificadas cuando respondían al sentir de las amplias masas de la clase trabajadora y eran comprensibles a ojos de éstas en base a su experiencia. En casos de escisiones o divisiones en el movimiento sindical, los comunistas habían de propugnar la unidad de acción, que fortalecería al proletariado y comprometería en la práctica a los líderes reformistas. Revolucionar los sindicatos también quería decir aumentar su coordinación y centralización, rompiendo con su localismo y su economicismo (es decir, su fijación con problemas puramente laborales), y tratando de dar a sus luchas económicas un carácter político, generalizándolas y ampliando sus horizontes. O, dicho de otra forma, ligar la lucha por las reivindicaciones parciales a la batalla política por la transformación socialista de la sociedad.
Estas tesis, un resumen de las cuales reproducimos a continuación, están llenas de enseñanzas para la clase trabajadora en la España actual. Durante los años de boom capitalista previos a la crisis de 2008, las direcciones de las grandes centrales sindicales, CCOO y UGT, que organizan a centenares de miles de trabajadores, se fueron acomodando cada vez más al régimen (siguiendo una trayectoria que empezó en los años de la Transición), convirtiéndose en una pieza fundamental del sistema de dominación capitalista.
En estos años de crisis, estos dirigentes han actuado como un amortiguador para la lucha de clases, conteniendo la rabia de los trabajadores. Sin embargo, en un ambiente de fuerte contestación social, con un aumento sostenido de las huelgas a partir de 2015 (en un 163% entre 2018 y 2019), estas direcciones han sido puestas contra las cuerdas. Presionadas por sus bases y espoleadas desde fuera por sindicatos más radicales, que han venido cosechando algunos éxitos estos años, como CGT o CNT o, en el caso de Catalunya y Euskadi, ICSC, COS o LAB, los dirigentes de CCOO y UGT se enfrentan a la disyuntiva de adoptar una actitud más intransigente o perder terreno y afiliados.
La tarea de los comunistas es orientarse allá donde concretamente se organice la masa de los trabajadores, inculcarles la conciencia de que sus problemas concretos están ligados a la crisis de la sociedad capitalista, y darle a las luchas parciales un horizonte socialista.
Arturo Rodríguez
Tesis sobre el movimiento sindical
II Congreso de la Internacional Comunista (1920)
I
Los sindicatos creados por la clase obrera durante el período del desarrollo pacífico del capitalismo eran organizaciones obreras destinadas a luchar por el alza de salarios obreros en el mercado de trabajo y el mejoramiento de las condiciones del trabajo asalariado.
El aumento de salarios de una categoría determinada de obreros, arrancado a los patrones al precio de una lucha económica encarnizada, al día siguiente se ve reducido a cero por el alza del coste de la vida. […] Las amplias masas obreras que permanecían hasta ahora al margen de los sindicatos afluyen a ellos para asegurarse el éxito en la lucha económica. En todos los países capitalistas se comprueba un prodigioso crecimiento de los sindicatos que ahora ya no representan únicamente a la organización de los elementos progresistas del proletariado sino a la de toda su masa. Al entrar en los sindicatos, las masas tratan de convertirlos en su arma de combate. El antagonismo de las clases que cada vez se agudiza más, fuerza a los sindicatos a organizar huelgas cuya repercusión se hace sentir en todo el mundo capitalista, interrumpiendo el proceso de la producción y e intercambio capitalista. […]
Pero la vieja burocracia profesional y las antiguas formas de organización sindical obstaculizan de todas formas esta transformación del carácter de los sindicatos. La vieja burocracia profesional trata por todos los medios de lograr que los sindicatos conserven su carácter de organizaciones de la aristocracia obrera, trata de mantener en vigor las reglas que imposibilitan la entrada de las masas obreras mal pagadas en los sindicatos. […] De este modo, la burocracia sindical sustituye con débiles arroyos las poderosas corrientes del movimiento obrero, sustituye con parciales reivindicaciones reformistas los objetivos revolucionarios generales del movimiento y obstaculiza la transformación de los esfuerzos aislados del proletariado en una lucha revolucionaria única tendente a destruir al capitalismo.
Dada la pronunciada tendencia de amplias masas obreras a incorporarse a los sindicatos, y considerando el carácter objetivo revolucionario de la lucha que esas masas sostienen pese a la burocracia profesional, es importante que los comunistas de todos los países formen parte de los sindicatos para convertirlos en órganos conscientes para la liquidación del régimen capitalista y el triunfo del comunismo. Ellos deben tomar la iniciativa de la creación de los sindicatos en todos aquellos lugares donde aún no existan.
Toda deserción voluntaria del movimiento profesional, todo intento de creación artificial de sindicatos que no esté determinado por las violencias excesivas de la burocracia profesional (disolución de las filiales locales revolucionarias sindicales por los centros oportunistas) o por su estrecha política aristocrática que cierra a las grandes masas de trabajadores poco calificados la entrada a los organismos sindicales, presenta un gran peligro para el movimiento comunista. Aparta de la masa a los obreros más progresistas, más conscientes, y la impulsa hacia los jefes oportunistas que trabajan para los intereses de la burguesía. Las vacilaciones de las masas obreras, su indecisión política y la influencia que poseen sobre ellas los líderes oportunistas sólo podrán ser vencidas mediante una lucha cada vez más dura en la medida en que los sectores profundos del proletariado aprendan por experiencia, mediante las lecciones de sus victorias y de sus fracasos, que el sistema económico capitalista nunca permitirá la obtención de condiciones de vida humanas y soportables, en la medida en que los trabajadores comunistas progresistas aprendan, por la experiencia de su lucha económica, a no ser solamente propagandistas teóricos de la idea comunista sino también conductores resueltos de la acción económica y sindical.
Como los comunistas asignan más valor al objetivo y a la sustancia de los sindicatos que a su forma, no deben vacilar ante las escisiones que puedan producirse en el seno de las organizaciones sindicales si, para evitarlas, debían abandonar el trabajo revolucionario, negarse a organizar al sector más explotado del proletariado. […] En el caso en que una escisión se convierta en inevitable, los comunistas deberán tener gran cuidado para no quedar aislados de la masa obrera.
En todos aquellos lugares donde ya se ha producido la escisión entre las tendencias sindicales oportunistas y revolucionarias, donde existen, como en los EEUU, sindicatos con tendencias revolucionarias, si no comunistas, al lado de los sindicatos oportunistas, los comunistas tienen la obligación de prestar su ayuda a esos sindicatos revolucionarios, apoyarlos, ayudarlos a liberarse de los prejuicios sindicalistas y a adherirse al comunismo, pues esta es la única brújula fiel y segura para todos los problemas complicados de la lucha económica. […] Pero la ayuda prestada a los sindicatos revolucionarios no debe significar el alejamiento de los comunistas de los sindicatos oportunistas en estado de efervescencia política y en evolución hacia la lucha de clases. Por el contrario, sólo esforzándose en acelerar esta evolución de la masa de los sindicatos que se encuentran ya en la vía de la lucha revolucionaria, los comunistas podrán desempeñar el papel de un elemento que una, moral y prácticamente, a los obreros organizados para una lucha en común contra el régimen capitalista.
En una época en que el capitalismo cae en ruinas, la lucha económica del proletariado se transforma en lucha política mucha más rápidamente que en la época de desarrollo pacífico del régimen capitalista. Todo conflicto económico importante puede plantear ante los obreros el problema de la revolución. Por lo tanto, los comunistas deben destacar ante los obreros en todas las fases de la lucha económica, que esta lucha sólo podrá ser coronada por el éxito cuando la clase obrera haya vencido a la clase capitalista en una batalla frontal y encare, una vez establecida su dictadura, la organización socialista del país. […]
III
Los sindicatos manifestaban en tiempos de paz tendencia a formar una unión internacional. Durante las huelgas, los capitalistas recurrían a la mano de obra de los países vecinos y a los servicios de “esquiroles” extranjeros. Pero antes de la guerra, la internacional sindical sólo tenía una importancia secundaria. Se ocupaba de la organización de ayudas financieras recíprocas y de un servicio de estadística relativo a la vida obrera, pero no trataba de unificar la vida obrera porque los sindicatos dirigidos por oportunistas hacían todo lo posible para sustraerse a toda lucha revolucionaria internacional. Los líderes oportunistas de los sindicatos que durante la guerra fueron los fieles servidores de la burguesía en sus respectivos países, tratan ahora de restaurar la internacional sindical haciendo de ella un arma del capitalismo internacional, dirigida contra el proletariado. […] Tratan de aplastar, en todos los países, el movimiento huelguístico haciendo decretar el arbitraje obligatorio de los representantes del estado capitalista. A fuerza de compromisos con los capitalistas tratan de obtener toda clase de favores para los obreros, a fin de romper de este modo la unión cada día más estrecha de la clase obrera. La internacional sindical de Ámsterdam [Internacional sindical de orientación socialdemócrata] es, por lo tanto, el reemplazo de la II Internacional de Bruselas [Internacional partidista de la Socialdemocracia] en bancarrota. Los obreros comunistas que forman parte de los sindicatos de todos los países deben, por el contrario, trabajar por la creación de un frente sindicalista internacional. Ya no se trata de la obtención de recursos pecuniarios en caso de huelga sino que ahora es preciso que, cuando el peligro amenace a la clase obrera de un país, sindicatos de los otros países, en calidad de organizaciones de masas, tomen su defensa y hagan todo lo posible para impedir que la burguesía de su país vaya en ayuda de aquella que está en conflicto con la clase obrera. En todos los estados, la lucha económica del proletariado se torna cada vez más revolucionaria. Por eso los sindicatos deben emplear conscientemente su fuerza en apoyar toda acción revolucionaria, tanto en su propio país como en los otros. Con ese objetivo, deben orientarse hacia la mayor centralización de la acción, no solamente en cada país sino también en la internacional. Lo harán adhiriéndose a la Internacional Comunista y fusionándose allí en un solo ejército a los distintos elementos comprometidos en el combate, para que actúen de forma concertada y se presten una ayuda mutua.
La Internacional Comunista y la Internacional Sindical Roja
III Congreso de la Internacional Comunista (1921)
La burguesía mantiene en la esclavitud a la clase obrera no solamente por la fuerza bruta sino también por medio de la mentira refinada. La escuela, la iglesia, el parlamento, las artes, la literatura, la prensa cotidiana, son otros tantos poderosos instrumentos de que se vale la burguesía para embrutecer a las masas obreras y lograr que penetren las ideas burguesas en el proletariado.
Entre esas ideas que la clase dominante ha logrado infiltrar en las masas trabajadoras, se halla la de la neutralidad de los sindicatos, de su carácter apolítico, ajeno a todo partido. […]
En realidad, los sindicatos nunca fueron neutrales y no habrían podido serlo, incluso queriéndolo. La neutralidad de los sindicatos sólo podría causar daño a la clase obrera, pero además es irrealizable. En el duelo entre el trabajo y el capital, ninguna gran organización obrera puede permanecer neutral. En consecuencia, los sindicatos no pueden quedar al margen en la pugna entre los partidos burgueses y el partido del proletariado. Los partidos burgueses se dan cuenta perfectamente de ello. Pero así como la burguesía tiene necesidad de que las masas crean en la vida eterna, también necesita que se crea que los sindicatos pueden ser apolíticos y pueden conservar la neutralidad respecto al partido comunista obrero. Para que la burguesía pueda continuar dominando y oprimiendo a los obreros y obtener la plusvalía, no necesita sólo del sacerdote, del policía, del general, sino también del burócrata sindical, el “líder obrero” que predica a los sindicatos obreros la neutralidad y la indiferencia ante la lucha política. […] La economía y la política siempre han estado indisolublemente ligadas entre sí. Ese nexo es particularmente fuerte en épocas como las actuales. No hay un solo problema importante de la vida política que no interese a la vez al partido obrero y al sindicato obrero. […]
El partido comunista es la vanguardia del proletariado, la vanguardia que reconoció perfectamente las vías y medios para liberar al proletariado del yugo capitalista y que por esa razón aceptó conscientemente el programa comunista.
Los sindicatos son la organización más masiva del proletariado, que tiende cada vez más a abarcar sin excepción a todos los obreros de cada sector de la industria y a ingresar en sus filas no solamente a los comunistas conscientes sino, también, a las categorías intermedias y hasta totalmente atrasadas de trabajadores, que van conociendo paulatinamente el comunismo a través de las experiencias de la vida. […]
Antes de la conquista del poder, los sindicatos verdaderamente proletarios organizan a los obreros principalmente en el terreno económico para la conquista de posibles mejoras, para el total derrocamiento del capitalismo, pero en un primer plano de toda su actividad figura la organización de la lucha de las masas proletarias contra el capitalismo de cara a la revolución proletaria. […]
Los sindicatos revolucionarios que luchan por mejorar las condiciones de trabajo, elevar el nivel de subsistencia de las masas, establecer el control obrero, deben permanentemente tomar conciencia de que en el marco del capitalismo todos esos problemas no podrán ser resueltos. Así, mientras arrancan paso a paso concesiones a las clases dominantes, mientras las obligan a aplicar la legislación social, deben enfrentar claramente a las masas con la evidencia de que sólo la derrota del capitalismo y la instauración de la dictadura del proletariado son capaces de resolver el problema social. Ni una acción parcial, ni una huelga parcial, ni el menor conflicto deben pasar sin dejar huellas desde ese punto de vista. Los sindicatos revolucionarios generalizarán esos conflictos elevando constantemente la mentalidad de las masas obreras hasta la necesidad y la ineluctabilidad de la revolución social y de la dictadura del proletariado.
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