sábado, agosto 10, 2019

La democracia de la nariz tapada: cuando votar al “mal menor” solo trae mayores males



Macrismo y peronismo llegan a las PASO luego de una campaña moderada y falta de ideas. Las diferencias parciales no pueden ocultar las coincidencias esenciales entre ambos proyectos.

En los 80, apenas vuelta la página de la dictadura genocida, Raúl Alfonsín construyó un eslogan que persistiría en la historia: “Con la democracia se come, se cura y se educa”. La realidad estuvo lejos, muy lejos, de aquella apuesta discursiva.
Los años que siguieron entregaron una cuantiosa suma de desengaños a las mayorías populares. La democracia, bajo la dominación capitalista, significó hiper-inflación, desocupación masiva, endeudamiento y pobreza estructural. Más allá de los ciclos económicos, en las últimas décadas la educación y la salud prosiguieron su decadencia. El lamentable estado de las escuelas públicas no es solo una postal del ciclo macrista.
Mientras los grandes grupos capitalistas se la “llevaban en pala” -gobernara quien gobernara- la juventud trabajadora sufrió una prologanda y persistente precarización de su vida. Por un largo período de tiempo, no hubo “salariazo”, “década ganada” o “pobreza cero” para 6 de cada 10 jóvenes.

Polarizando el engaño

Las coaliciones políticas mayoritarias que compiten este domingo comparten presupuestos básicos que conllevan consecuencias económicas sobre la vida de millones. La polarización política, apoyándose en cuestiones secundarias, pasa por alto coincidencias esenciales.
Las elecciones se inscriben en un marco político y económico signado por la tutela del FMI sobre el país. Tutela aceptada por todas las fuerzas tradicionales y rechazada solo por la izquierda.
Oficialismo y oposición ratificaron que pagarán las exigencias de los grandes especuladores internacionales. Algunos irán “más rápido”; otros “negociarán duro”. Poco importan las frases hechas. Al final del día, jubilados y jubiladas estarán por detrás de los fondos de inversión.
El respeto a los negocios de los grandes capitalistas no se agota aquí. Ni la fórmula encabezada por el actual presidente, ni aquella que lleva a la cabeza a un ex cavallista, cuestionan el fabuloso fraude de las privatizaciones. Los grandes “capitanes de la energía” -como Marcelo Mindlin, Paolo Rocca o Nicolás Caputo- parecen respirar aliviados.
El alivio puede extenderse, sin mayores contratiempos, a las grandes patronales rurales. El candidato del oficialismo anunció la restitución a AgroIndustria de su carácter de ministerio. Al mismo tiempo, como tantas otras veces, habló del fin de las retenciones.
El candidato del Frente de Todos -apoyado por referentes y amigos del agropower como Omar Perotti y Gustavo Bordet- prometió una lluvia de dólares a partir de una futura devaluación. Además, ejerció su derecho de crítica contra un fallo que limitaba la fumigación con agrotóxicos cerca de áreas úrbanas. Una declaración “desmedida” a favor de los grandes sojeros.
Entre los principales contendientes de este domingo prima un consenso sagrado hacia los negocios del gran capital. La polarización es un engaño construido para no discutir programas. Simplemente porque a ambos lados del alambrado hay más semejanzas que diferencias.

Entre los gestos y las verdades

El candidato del oficialismo forzó el acting hasta los extremos: bramó de rabia; se enfervorizó a un grado ridículo festejando que la Ciudad de Buenos Aires “no se inunda más”; se emocionó y lagrimeó al hablar de María Eugenia Vidal.
Obras públicas, mano dura y un furioso antikirchnerismo. Ahí radicó lo esencial del manual electoral de Juntos por el Cambio. Apropiarse de Miguel Ángel Pichetto parece haber ofrecido poco y nada en materia de resultados. El peronismo “dador de gobernabilidad” terminó caminando en la vereda de enfrente.
El intento de borrar de la agenda los problemas de “la economía” contó con la complicidad manifiesta de la gran corporación mediática. Sin embargo, en el bolsillo de cada habitante de la nación la crisis se deja sentir. La caída del consumo, el aumento de la desocupación o la extensión de la pobreza son datos que pesarán a la hora de votar este domingo.
Del otro lado, el rejunte que tomó el nombre de Frente de Todos ofreció un menú abigarrado de ex aliados del macrismo: los gobernadores que colaboraron en el robo a los jubilados; los dirigentes sindicales que dejaron pasar cientos de miles de despidos sin medidas de lucha; los diputados y senadores que votaron todas y cada una de las leyes de ajuste.
En ese listado hay mención de honor para Sergio Massa. El hombre de Tigre cumplió en Diputados el mismo papel que Pichetto en el Senado. El macrismo, permanente minoría parlamentaria, no tiene más que agradecerle.
La “unidad” conquistada bajo la fórmula Fernández-Fernández anuncia desengaños futuros. A la economía habrá que añadir, a modo de ejemplo, el del derecho al aborto. El reclamo de millones de mujeres quedó fuera de la propuesta frentista. Al interior de la coalición, en la batalla programática, el celeste le ganó al verde. Juan Manzur sonríe, mientras palmea la espalda del candidato presidencial.

De males mayores y males menores

Corre 1999. Fernando de la Rúa es presentado en sociedad como “el mal menor”. Frente a él, el “mayor” viene a representarlo Eduardo Duhalde. El malmenorismo se cobra vidas demasiado temprano. El 17 de diciembre, a apenas una semana de la toma de posesión, Francisco Escobar y Mauro Ojeda son asesinados por las balas de Gendarmería. Ninguno de los dos alcanza los 30 años.
En pocos meses el “mal menor” evoluciona como el mayor de los males. Bajo las órdenes del FMI, el gobierno de la Alianza ataca derechos y conquistas sociales. Siguiendo el camino marcado por el gran capital internacional, crece la desocupación y escala la pobreza.
Aquel ciclo neoliberal fue derrotado por la movilizacion callejera. “Que se vayan todos” resonó como un grito de guerra contra los saqueadores del país. De la Rúa remontó vuelo desde el techo de Casa Rosada. La imagen quedó grabada en la retina colectiva.
Sobre la aridez de aquella crisis, el peronismo aplicó el torniquete de una brutal devaluación. Los salarios reales se comprimieron en un tercio. Las grandes patronales ganaron rentabilidad. El país “despegó” sobre la base de un nuevo robo a millones de asalariados.
El “mal menor” no es más que un camino hacia otros males, siempre mayores. Su escalón inmediatamente superior. Hoy, en nombre de un futuro indeterminado se pide a las mayorías populares confiar en una alianza con todos aquellos que hicieron posible el infierno macrista.
La Argentina tutelada por el FMI es una Argentina de ajuste, miseria y desocupación. Si no se rompe con el FM, como plantea la izquierda, el FMI romperá todo. Gane quien gane.

Eduardo Castilla
@castillaeduardo
Sábado 10 de agosto | 01:52

No hay comentarios.: