lunes, septiembre 23, 2019

Guillermo Almeyra 1928-2019



Un militante de cuatro continentes y un amigo entrañable

Apenas un recuerdo muy personal

No por no esperado el desenlace dejó de golpearme. Pasada la mañana de este domingo me llega la noticia de que Guillermo Almeyra Casares (Manuel) no pudo con lo que el mismo llamó días atrás su última batalla. No se equivocó, su físico, no su capacidad intelectual que seguía intacta, no resistió el último esfuerzo.
Lo conocí hace tantas décadas que ya no recuerdo cuando ni dónde. Lo frecuenté más seguido a su regreso del exilio de la última dictadura, cuando juntos con Adolfo Gilly, Alberto J. Plá y Carlos A. Brocatto lanzamos el proyecto de Cuadernos del Sur. Con el tiempo las relaciones políticas se hicieron más fraternales y personales y construimos una profunda amistad.
Nos reuníamos periódicamente en su casa del barrio de Floresta primero y luego en la de Boedo, en las dos lo que impactaba era el aire mediterráneo impuesto por Anaté en su decorado y los miles de volúmenes que poblaban sus bibliotecas que viajaron de un país a otro. Como me impactó, ya en sus últimos días en baires, ver las estanterías vacías. Había donado todo su contenido al CEDINCI, hoy una sala de este Centro de Documentación de la Ideas de Izquierda lleva su nombre.
Internacionalista consecuente, militó en numerosos países de cuatro continentes, solía decir que era “Un argentino no practicante”. Un socialista revolucionario, un “militante crítico” como el mismo se autodenominara, que no se ataba a ningún dogma ni ejercitaba ningún culto de personalidad. Portador de una cultura exuberante, que excedía largamente sus conocimientos y formación política, también de una memoria prodigiosa que cultivó hasta los últimos momentos. Periodista reconocido internacionalmente. Muy generoso y amigo de los amigos. Pero también un polemista inclaudicable y sin concesiones. Son conocidas sus tenidas con, entre otros, Atilio Borón y el Sub. Comandante Marcos. Algunas veces no muchas me enviaba sus borradores, que yo trataba de sugerir limara los puntos más ásperos, no siempre lo conseguía, alguna vez Anaté, su compañera de décadas, me lo agradeció, no le gustaba que se empeñara una y otra vez en polémicas sin fin, que incluso rozaban lo personal. En una oportunidad le pregunté porque era tan duro, sin darme tiempo a argumentar me contestó “Yo no tomo prisioneros”…
En sus últimos años en Buenos Aires hablábamos por teléfono diariamente. Sabiendo que soy tempranero y que a las 7hs. ya tengo leído el diario, llamaba por las mañanas entre las 7 y la 8 y pasábamos revista a las noticias nacionales e internacionales. La diferencia era que yo tenía leído un diario de aquí pero a eso él le agregaba que ya se había anoticiado con periódicos de México, Italia y Francia… también siempre tenía novedades de Cuba, incluso muchas veces noticias que se harían públicas días o semanas después. Nunca supe cual era ese hilo rojo que cultivaba con La Habana.
Lo ayudé en varios trámites, ante la ANSES y otros organismos, previos a su viaje definitivo a Marsella para estar junto con su único hijo. Por su ya crítico estado de salud no pudo viajar en avión debió hacerlo en barco, pero la empresa no lo aceptaba como pasajero si no llevaba su propio respirador artificial, un grupo de amigos le regaló un equipo portátil y así pudo viajar. Como la internet en el barco es muy cara, en las semanas previas preparó varios artículos sobre cuestiones atemporales para cubrir sus columnas dominicales en La Jornada de México mientras durara el viaje.
El día anterior a su partida almorzamos juntos y allí me confesó que tenía temores de no llegar vivo a destino. Finalmente sí lo hizo y peleó varios años más. Cuando llegó a Marsella, después de 23 días de navegación me llamó para darme sus nuevas coordenadas y me dijo que estuvo a punto de tirarse al agua varias veces, que el viaje le había resultado interminable.
Una vez acomodado en su destino final reanudamos el ritual de las conversaciones telefónicas, claro ya no diarias sino quincenales, y volvimos a pasar revista a las situaciones, a comentarme mucho más en detalle de Europa y a cambiar ideas sobre lo que fuera. En los últimos meses tuvieron un nieto, semanas después de nacer ya Guillermo comenzó a pedirnos libros en castellano para niños. Seguro pensaba que a él ya no le quedaba tiempo para leérselos pero por las dudas quería tenerlos…
A partir de hoy se que ya no espero ningún llamado. No tendré más a quién consultar sobre algunas propuestas, sobre algún acontecimiento histórico o sobre algún borrador de artículo. O sobre el futuro, algún futuro. En este plano a partir de hoy me siento más solo.
Querido compañero y amigo Guillermo, no te olvidaremos. Hasta la Victoria Siempre.

Eduardo Lucita

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