domingo, mayo 26, 2019

Tariq Alí , un testigo de ascenso, la caída y el nuevo comienzo



Entre los escritores activistas más prolíficos y variados del 68 destaca el nombre de Tariq Ali, Tariq no para. Escritor, realizador y guionista de cine (su parte más oculta para nosotros) y redactor de la “New Left Review”, Tariq Alí, alto, fornido, joven dirigente de las grandes movidas británicas contra la guerra del Vietnam y contra el sistema, orador que hasta se atrevía a polemizar con Ernest Mandel, pakistaní nacionalizado británico, políglota, articulista incansable que igual aparece en la prensa establecida que en Sin Permiso, uno de las luminarias del altermundialismo, faceta que se recoge en el libro colectivo Porto alegre se mueve editado por Libros de la Catarata/Viento sur en el 2003 (y cocinado por los alternativos Josep Mª Antentas, José Egireun y Miquel Romero), viajero incansable que nos ayuda a comprender las luces y las sombras situaciones como las que se están viviendo en Venezuela y Bolivia…
Aparte de novelista que tiene como trasfondo la historia del pueblo árabe, Granada, de nuestra Granada en A la sombra del granado, de la caída del imperio otomano en La mujer de piedra, y de la figura subyugante de Saladino en El libro de Saladino, todos en Alianza, conocimientos que también atraviesan como anécdotas y debates las páginas de sus libros más políticos, como el poco conocido sobre Los Nehru y los Gandhi (Javier Vergara Ed.), y sobre todo en esos dos soberbios panfletos, imprescindibles para los que quieran saber en qué mundo vivimos, cual es la situación, y la correlación de fuerzas, para los que quieran pensar estratégicamente…
Me estoy refiriendo claro está a El choque de los fundamentalismos. Cruzadas, yihads y modernidad (Alianza, Madrid, 2002, tr. de María Corniero), en la que incide en una simetría entre el fundamentalismo del dinero y el del islam: «Ambos se valen —escribe— de los mismos símbolos sacros y anacrónicos para encauzar sus propósitos, ya sea apelando a “la venganza de Alá”, a “Dios está de nuestra parte” o a “Dios bendiga a América”». Se trata de una obra en la que el peso de la tradición creada por Isaac Deutscher, el gran biógrafo de Trotsky, se reconoce abiertamente, nos reconocemos en esa dialéctica del judío nosionista, en la del árabe no musulmán, en la del internacionalista que tarta de comprender para transformar. A esta le siguió Bush en Babilonia. La recolonización de Irak (Alianza, Madrid, 2003) una detalladísima y demoledora denuncia del mayor desastre social y humanitario de nuestro tiempo.
No está nada mal considerando su “fuerte carga ideológica”, una piel, una rémora de la que se desprendió mucha gente que quería subir.
Entre los más veteranos no olvidaremos la figura de Tariq, un tipo alto que se metía en todos los debates en aquellas manifestaciones de la segunda mitad de los años sesenta, al igual que no olvidaremos como una de las voces del IX Congreso de la IV Internacional, celebrado en la ciudad de italiana de Rímini allá por septiembre de 1969 bajo el disfraz de un fantasmal Congreso Internacional de Sociología. Acababa entonces de escribir unas apasionadas crónicas sobre la crisis pakistaní, tiempo atrás lo había hecho sobre su viaje por Bolivia como representante del olvidado Tribunal Russell en el que Tariq era un joven peón al lado de figuras del peso del propio Bertrand Russell, el citado Isaac Deutscher, Peter Wells, el expresidente Lázaro Cárdenas, Lelio Basso, naturalmente Jean-Paul Sartre. De aquel entonces, de 1969 data una antología que tituló Los nuevos revolucionarios. La oposición de izquierdas (Grijalbo, México, 1971, tr. de Julio C. Acerete e Ignacio Vidal Sanfeliu, quienes incorporaron además nuevos textos).
En esta obra se encuentra el Tariq de los años de lucha en la calle, y entre mani y mani escribió esta obra en la que se preguntaba quiénes eran los nuevos revolucionarios, qué los distingue de los otros… Y responde, se distinguían porque «nos proponen una vigorosa y cáustica reflexión en torno a los grandes problemas planteados a la teoría socialista por la insurrección antiimperialista en el Tercer Mundo; por la airada oposición “marginal”, “extraparlamentaria” y “extralegal” surgida en las grandes metrópolis del capitalismo, y por la necesidad de extender la crítica al modo como la sociedad capitalista ha sido organizada, administrada y dirigida hasta nuestros días. El resultado es un mosaico expresivo de profunda preocupación y nuevos problemas que aún esperan soluciones adecuadas y en el que todavía dominan, imponiendo su sello, las diferencias nacionales específicas, teóricas e individuales de los autores que contribuyen a conformarlo».
Entre los autores citados se encuentran algunos olvidados y otros ya olvidados, voces vivas de aquel tiempo de esperanza como los “Black Power” Eldridge Cleaver, Stockely Carmichael; del castrismo que trataba de extender el punto de mira de la Tricontinental como el propio Fidel, el Che, Regis Debray, o Inti Perero; las de socialistas disidentes del Este como Jaceck Kuron, Karel Modzelewski; sin olvidar la izquierda extraparlamentaria o nueva izquierda: el arrepentido Cohn-Bendit, el malogrado Rudi Dutschke después de haber sido una de las conciencias de la generación, la Internacional Situacionista), marxistas diversos que lideraban grupos propios (Tony Clift) y una buena representación de la corriente “trotskiana”, con el propio Tariq Alí, Ernest Mandel, el inolvidable Pierre Frank, etc.
Ésta última es una presencia que el propio autor justifica en el prefacio de la edición inglesa diciendo: «[…] durante mucho tiempo, las ideas de los socialistas revolucionarios a la izquierda de los partidos comunistas tradicionales han sido eliminadas o deformadas. Esto ha sucedido tanto en los países capitalistas como en la mayor parte del mundo comunista. En Occidente, ya que iba contra los intereses de las elites del poder el permitir el desarrollo de una alternativa marxista al estalinismo. En la Unión Soviética, se debe a que la democracia temía que una penetración de los conceptos comunistas críticos acabara al fin con su poder y con sus privilegios. Sin embargo, recientemente un espectro ha empezado a rondar a los partidos comunistas europeos: León Trotsky. El pico que asesinó a Trotsky no pudo acabar con sus ideas, y una restauración de las teorías propugnadas por el más poderoso y consistente adversario de Stalin es considerada por muchos como una alternativa marxista al estalinismo. Por consiguiente, una ola de trotskismo corre a través de este volumen. Su validez como credo político ha soportado la prueba del tiempo».
La prueba del tiempo…Desde mitad de los años sesenta ha llovido mucho, la historia que parecía encarrilada en un presente insuperable ha dado una serie de vuelcos. Curiosamente, lo que antes eran “las cosas son como son”, ahora ya nada parece lo que era. El capitalismo ha mudado su piel del “Welfare State” por la del neoliberalismo, ya no tiene más oposición que la del pueblo que, empero, carece de palancas organizativas serias. El “socialismo real” se ha descompuesto sin apenas resistencia, y revoluciones que por entonces deslumbraba a los creyentes como la “gran revolución cultural proletaria”, parece que nunca ha existido. Diversas escuelas del movimiento obrero se han quedado por el camino, y en las batallas del presente algunos de los más veteranos eran jóvenes que entonces se iniciaban en las luchas de las calles. La prueba del tiempo no ha sido fácil, ha habido momentos de crisis y por supuesto de desesperación, Tariq sabe bien de todo ello. Sigue pensando igual en lo primordial, pero el mundo ya no es una pista de aterrizaje sobre la que se podía precipitar la historia, ahora las montañas son montañas que a veces parecen incluso más grandes lo que realmente son.
Su vida es la vida de un militante, un largo viaje, la experiencia de una búsqueda que se despierta cuando el país líder del “mundo libre” trata de destruir Vietnam en una guerra que perdió dejando atrás un mar de sangre y nalpam, una ignominia que podría haber tenido justamente su Nüremberg. Desde la Universidad aquel pakistaní culto de bigote un poco a lo Pancho Villa se hará famoso en los mítines y cortejos al lado de personajes como John Lennon o Vanessa Redgrave, y al frente de miles y miles de jóvenes entre los que se podía contar un tal Jack Straw al que décadas más tarde veremos totalmente arrepentido al lado de Blair, plenamente corrompido echando una mano a Pinochet, laborando por su porcentaje de horror y muerte en nombre de la democracia.
Tariq no olvida cada detalle de cómo vivió la muerte del Che Guevara, cuando el cielo se nos cayó encima, como tampoco las jornadas callejeras que preludiaban aquel Mayo del 68 de París, y todo lo que vino después. Aquello era la confirmación de que no éramos unos meros utópicos, jóvenes con cuarenta grado de fiebre. Aquello conllevó una auténtica “revolución cultural” que arrastró a toda una generación de músicos, escritores, directores de cine y artistas, que emprendieron la enorme tarea de regenerar el viejo movimiento obrero anquilosado por la socialdemocracia y el estalinismo, pero que se quedaron en un punto insuficiente. Luego. En 1989, cayó el Muro con todo lo demás sin que los trabajadores de los países del “socialismo real” sintieran que tuvieran algo que defender, no hubo una sola huelga.
Se dijo que entonces que era el final de la historia pero en realidad era el final de una fase. El triunfal-capitalismo no tardaría en demostrar la verdad de aquel chiste que cuenta el astronauta rusa en Los lunes al sol (Fernando Léon de Aranoa, 2002): se encuentran dos rusos en un “rastro” para malvender baratijas, y uno le comenta al otro: “Oye sabes que todo aquello del comunismo era mentira”, a lo que él otro le contesta: “Sí, sí, pero tú sabías que lo que decían del capitalismo era verdad”.

Pepe Gutiérrez Álvarez

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