El embajador sueco salvó a cientos de chilenos, cubanos y uruguayos en los primeros días de la dictadura
El ex embajador de Suecia en Chile rescató personalmente a cientos de chilenos, cubanos y uruguayos, entre otros, al impedir que cayeran en manos de los organismos represivos del régimen militar. Han pasado 20 años de su muerte, y su nieta Caroline Edelstam Molin estuvo en nuestro país la semana pasada para promover la fundación que busca reivindicar su memoria.
“Él iba contra la corriente de lo que era la política de relaciones exteriores en Suecia y puso mucho en juego para llevar a cabo sus acciones. Cuando regresó a Suecia, no le quedaban amigos y muchos le dieron la espalda, incluidos miembros de su familia. Su carrera diplomática estaba en el ocaso y, aunque tenía una alta reputación como embajador, al final de sus días era algo que Suecia ni siquiera mencionaba”. El relato es de Caroline Edelstam Molin, nieta de ex embajador sueco en Chile Harald Edelstam, quien se atrevió a rescatar a chilenos, uruguayos y cubanos de las manos de la dictadura militar y convenció a las autoridades suecas de darles refugio a varios de ellos. A 20 años de su muerte, su nieta estuvo en Chile esta semana como parte de la fundación que lleva el nombre de su abuelo y que busca difundir la obra de este defensor de los derechos humanos.
Caroline, junto a los miembros de la fundación Henrik Janbell y Ulf Hermelin, asistió el miércoles al homenaje que le rindió la Cámara de Diputados a la memoria del ex embajador sueco. Uno de los principales oradores, el diputado Tucapel Jiménez llegó refugiado junto a su familia a Suecia, luego del asesinato de su padre por parte de la CNI en 1982. “Harald Edelstam, como embajador, salvó cientos de vidas. Para Chile, los dos personajes más importantes son el ex Primer Ministro Olof Palme y Harald Edelstam, porque nos abrieron las puertas y nos tendieron una mano”, dijo Jiménez. De hecho, durante el homenaje, le dirigió a Caroline un saludo en sueco, expresando agradecimiento por la solidaridad. “Nunca es tarde para un homenaje”, dijo la joven, al preguntarle si no había pasado demasiado tiempo para un reconocimiento a su abuelo.
Por ahora, hay una sala que lleva el nombre de Edelstam en la biblioteca de San Miguel, por iniciativa del alcalde Julio Palestro, también refugiado en ese país. “Pero es muy poco un colegio (con el nombre de Palme en La Cisterna) y una sala de una biblioteca por todo lo que hicieron ambas figuras. Chile tiene una deuda tremenda con esos personajes”, dijo el diputado Jiménez. El parlamentario se quejó por la ausencia de representantes de la Alianza, ya que sólo estuvieron presentes el diputado UDI Felipe Salaberry y el RN Osvaldo Palma.
Edelstam había llegado a Chile en 1972, cuando Caroline aún no nacía. La diputada Isabel Allende, que también estuvo en el homenaje, recordó la activa participación de la Agencia de Cooperación Sueca con el gobierno de la Unidad Popular. “Pero después vino el golpe y él se la jugó mil por mil. Mi hermana Beatriz trabajaba en la secretaría privada (de La Moneda) y la vio muy afectada y decidió llevarla a la embajada de México, donde ya estábamos (asiladas) con mi madre, para que tuviera la oportunidad de despedirse y eso era algo que no estaba previsto. Tuvo una discusión muy violenta con los militares, porque tenían prohibido salirse del trayecto, pero logró pasar por la embajada de México”, dijo a LND. En ese momento, Beatriz iba a abandonar el país rumbo al exilio en Cuba.
Aquel gesto fue sólo uno de los que Edelstam tuvo durante el golpe. La embajada cubana, ubicada al lado de la sueca, fue declarada territorio nórdico gracias a sus gestiones e intervino directamente en plena balacera entre militares y el personal de la embajada que se encontraba el 11 de septiembre de 1973. Uno de los que se encontraba dentro de la repartición diplomática caribeña fue el responsable político de la campaña de Marco Enríquez-Ominami, Max Marambio. “Se jugó la vida en una noche llena de amenazas. Los que estábamos en la embajada lo vimos aparecer como una figura irreal. Era un hombre muy alto, de un metro noventa y tantos, delgado, con un perfil romano aguileño, con una pinta muy imponente, muy digno. Iba con ropa impecable, de traje cruzado brillante y gastado en las sentaderas. Parecía que el traje lo había usado en los últimos 15 años y no me olvido de sus zapatos, unos ingleses cuarteados por el uso. Era un aristócrata old fashion”, recuerda Marambio.
Isabel Allende indica que tras el exilio de su familia y mientras él permanecía en Suecia, “mantuvimos bastante contacto, porque él siguió en actividades de solidaridad. Coincidimos con él en una jornada de derechos humanos en París, con el Presidente Mitterrand, en la década del 80, era muy afectuoso, de gran modestia… (suspira). En fin, una persona maravillosa”.
El 4 de diciembre de 1973 el gobierno militar lo declaró persona non grata y fue expulsado del país. Edelstam volvió a Suecia con la misión de convencer a su gobierno que no podía ser indiferente con la situación política que atravesaba Chile y, así, permitió el ingreso de al menos 1.500 exiliados chilenos. Su nieta explica que, aunque viajó solo una vez a Washington en 1974, utilizó principalmente a los medios de comunicación para denunciar las violaciones de los derechos humanos, “porque era muy difícil sacar a la luz la información sobre Chile y estaba siempre presionando para contactar la prensa internacional y la sueca”.
El ocaso
“Él tenía una muy buena carrera diplomática antes de llegar a Chile. Incluso era mencionado como candidato a ser embajador de Suecia en Estados Unidos. Después de ser declarado persona non grata, lo enviaron a Argelia y Turquía. Su carrera quedó completamente acabada y en la Cancillería fue considerado como si fuera nada”, cuenta su nieta Caroline.
Marambio, que había salido directamente desde la embajada de Cuba hacia Suecia, donde estuvo casi un año, confirmó este frío recibimiento de los pares de Edelstam: “Se había convertido en un personaje extraño, porque era muy popular entre los exiliados, pero muy impopular en su Cancillería. Es curioso cómo lo miraban como un bicho raro y no le tenían ningún aprecio y consideraban que lo que había hecho era una cuestión exótica”. Marambio salió de Suecia, pero siempre se las arreglaba para volver un par de veces al año a ese país por razones familiares. Edelstam le prestaba su auto para que pudiera trasladarse.
Edelstam, según Marambio, vivía solo en un departamento, aunque la nieta asegura que se mantuvo unido a su familia más cercana. Los últimos años de su vida estuvo batallando con un cáncer que lo mató en abril de 1989, a los 76 años.
La fundación
El principal objetivo del viaje de Caroline Edelstam es la difusión de la fundación que honra la memoria de su abuelo. La institución busca financiamiento para erigir un premio a quien encarne de mejor manera las acciones que realizó el embajador en defensa de los derechos humanos. Los directivos esperan que al 2011 pudiera entregarse el primer galardón, aunque esperan que en el mejor caso pudiera efectuarse en el 2010. Con el fin de preservar su memoria, también se realizó en febrero de este año una exposición de la resistencia noruega, donde Edelstam jugó un papel relevante, al “exportar” judíos hacia la frontera de Suecia, para impedir que fueran enviados a campos de prisioneros, en la Segunda Guerra Mundial. Fue allí donde se ganó el apodo de “Clavel Negro”, su chapa para sus actividades encubiertas a favor de la resistencia antinazi.
Pamela Gutiérrez
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