En Medio Oriente se avecina una tormenta de fuego para la que ni el gobierno ni el público de Estados Unidos están preparados. No parecen tener la mínima conciencia de qué tan cerca está en el horizonte o qué tan feroz será. El gobierno estadunidense (y por lo tanto es casi inevitable que el público estadunidense) se engaña a sí mismo a nivel masivo acerca de su capacidad para lidiar con la situación en términos de sus objetivos expresados. La tormenta irá de Irak a Afganistán a Pakistán y a Palestina/Israel y, para utilizar la expresión clásica, se regará como lumbre.
Comencemos con Irak. Estados Unidos ha firmado con Irak un Acuerdo de Estatus de Fuerzas (SOFA, por sus siglas en inglés), que entró en vigor el pasado primero de julio. Éste fijó la responsabilidad de la seguridad interna en el gobierno iraquí y, en teoría, esencialmente restringe las fuerzas estadunidenses a sus bases y a algún limitado papel de entrenar a las fuerzas iraquíes. Algo del fraseo de este acuerdo es ambiguo. Y esto es deliberado puesto que fue la única forma en que ambos lados lo firmaran.
Aun los pocos meses de operación que tiene muestran lo mal que funciona este acuerdo. Las fuerzas iraquíes lo han estado interpretando muy estrictamente y con formalidad prohíben los patrullajes conjuntos y también cualquier acción militar unilateral de los estadunidenses sin que exista una aclaración previa y detallada con el gobierno. Las fuerzas iraquíes han llegado al punto en que a diario impiden que las tropas estadunidenses crucen con abasto durante las horas del día los puestos de revisión.
Las fuerzas estadunidenses se resienten. Han intentado interpretar de una manera mucho más suelta de lo que quisieran las tropas iraquíes la cláusula que les garantiza el derecho a la defensa propia. Apuntan al resurgimiento de la violencia en Irak y por tanto, implícitamente, a la incapacidad de las fuerzas iraquíes para garantizar el orden.
Es obvio que el general que comanda las fuerzas estadunidenses, Ray Odierno, se encuentre descontento en extremo y patentemente trama para encontrar excusas que restablezcan un involucramiento estadunidense directo. Recientemente se reunió con el primer ministro iraquí, Nuri Maliki, y con el presidente del gobierno regional kurdo, Masoud Barzani. Odierno buscó persuadirlos de que permitieran patrullajes conjuntos tripartitas (iraquíes/kurdos/estadunidenses) en Mosul y en otras áreas del norte de Irak, con el fin de evitar o minimizar la violencia. Cortésmente accedieron a considerar su propuesta. Por desgracia para Odierno, su plan requeriría una revisión formal del acuerdo SOFA.
Originalmente se suponía que a principios de julio habría un referendo sobre la aprobación popular al acuerdo SOFA. Estados Unidos tenía miedo de perder la votación, lo que habría significado que todas las fuerzas estadunidenses tendrían que retirarse de Irak para el 31 de diciembre de 2010, un año antes de la fecha teórica del acuerdo SOFA.
Estados Unidos pensó que era muy inteligente al persuadir a Maliki que pospusiera este referendo para enero de 2010. Ahora se llevará a cabo en conjunción con las elecciones nacionales. En estas elecciones, todos buscarán obtener votos. Nadie va a hacer campaña a favor de un SI en el referendo. Por si hubiera alguna duda, Maliki está presentando un proyecto al Parlamento iraquí que permitirá que una mayoría simple de votos NO anule el acuerdo. Habrá una mayoría de votos NO. Puede aun haber una mayoría aplastante de votos NO. Odierno debería empezar a empacar ahora. Apuesto a que aun tiene la ilusión de que puede evitar el comienzo de la tormenta de fuego. No puede.
¿Qué pasará entonces? Hasta ahora, pero esto puede cambiar de aquí a enero, parece que Maliki ganará las elecciones. Logrará esto volviéndose el campeón número uno del nacionalismo iraquí. Hará tratos con todos y cada uno sobre esta base. Al momento, el nacionalismo iraquí no tiene mucho que ver con Irán o Arabia Saudita o Israel o Rusia. Significa primero que nada liberar Irak de los últimos vestigios de dominio colonial estadunidense, que es como casi todos los iraquíes definen lo que han vivido desde 2003.
¿Habrá violencia interna en Irak? Probablemente, aunque posiblemente menos de lo que esperan Odierno y otros. Pero, ¿y qué? La liberación iraquí –que es lo que todo el Medio Oriente interpretará con el voto NO en el referendo por venir– tendrá gran impacto sobre Afganistán. Ahí, el pueblo dirá: si los iraquíes pueden hacerlo, nosotros también.
Por supuesto, la situación de Afganistán es diferente, muy diferente, de aquella de Irak. Pero miremos lo que ocurre ahora con las elecciones en Afganistán. Tenemos un gobierno puesto en el poder para controlar y destruir a los talibanes. Los talibanes han resultado ser mucho más tenaces y militarmente efectivos de lo que nadie hubiera anticipado. Aun el rudo comandante de ahí, Stanley McChrystal, lo ha reconocido. El ejército estadunidense habla ahora de triunfar tal vez en 10 años. Es claro que los soldados que piensan que cuentan con 10 años para ganar una guerra contra insurgentes no han leído historia militar.
Veamos a los políticos afganos mismos. Tres candidatos punteros a la presidencia, incluido el presidente Hamid Karzai, debatieron en televisión sobre la guerra interna actual. Concordaron en una cosa. Tiene que haber algún tipo de negociación política con los talibanes. Difirieron en los detalles. Estados Unidos y las fuerzas de la OTAN están ahí, ostensiblemente, para destruir a los talibanes. Y los políticos afganos más importantes debaten ahora cómo llegar a términos políticos con ellos. Aquí hay una discrepancia en la apreciación de las realidades, o tal vez en los objetivos políticos.
Las encuestas –en lo que valgan– muestran que la mayoría de los afganos quiere que las fuerzas de la OTAN se vayan y la mayoría de los votantes estadunidense quiere lo mismo. Ahora miremos hacia enero de 2010, cuando los iraquíes votarán que Estados Unidos salga de Irak. Recuerden que, antes de que los talibanes llegaran al poder, el país era el sitio de un fiero y despiadado combate entre los señores de la guerra que competían unos contra otros, cada uno con sus bases étnicas, por controlar el país.
De hecho, Estados Unidos descansó cuando los talibanes (con respaldo de los paquistaníes) asumieron el poder. Orden por fin. Pero resultó que había un pequeño problema. Los talibanes se tomaban en serio lo de la sharia y eran amistosos con la emergente Al Qaeda. Así que tras el 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos, con la aprobación de Europa occidental y la sanción de Naciones Unidas, invadió. Los talibanes fueron derrocados del poder –por un poco tiempo.
¿Qué pasará ahora? Probablemente los afganos vuelvan a la situación de las continuadas e insidiosas reyertas interétnicas de los señores de la guerra, y serán los talibanes solamente una de las facciones. La tolerancia del público estadunidense hacia esa guerra se evaporará por completo. Todas las facciones internas y muchos de los vecinos (Rusia, Irán, India, y Pakistán) seguirán peleando por los pedazos.
Y luego la etapa tres: Pakistán. Aquí hay otra situación complicada. Pero ninguno de los jugadores confía en Estados Unidos. Y las encuestas muestran que el público paquistaní piensa que el mayor peligro para Pakistán es Estados Unidos, y eso lo muestra una votación abrumadora. El enemigo tradicional, India, está muy atrás de Estados Unidos en las encuestas. Cuando Afganistán se desmorone en una guerra civil a toda vela, el ejército paquistaní estará muy ocupado respaldando a los talibanes. No pueden respaldar a los talibanes en Afganistán y combatirlos en Pakistán. Ya no aceptarán que los aviones no tripulados estadunidenses, los llamados drones, bombardeen Pakistán.
Así llegamos a la etapa cuatro de la tormenta de fuego: Israel/Palestina. El mundo árabe observará el colapso de los proyectos estadunidenses en Irak, Afganistán y Pakistán. El proyecto estadunidense en Israel/Palestina es un acuerdo de paz entre los israelíes y los palestinos. Los israelíes no van a ceder un centímetro. Pero tampoco ahora, y especialmente después del resto de la tormenta de fuego, cederán los palestinos. La única consecuencia será la enorme presión que los otros estados árabes pondrán sobre Fatah y Hamas para que unan fuerzas. Esto se hará sobre el cadáver de Mahmoud Abbas –lo que podría ser literalmente el caso.
Todo el programa de Obama se habrá ido en las llamas. Y los republicanos harán paja con él. Le nombrarán traición a la derrota estadunidense en Medio Oriente y es obvio ahora que hay un grupo grande al interior de Estados Unidos que será receptivo al tema.
Cuando uno anticipa tormentas de fuego hace uno algo útil al respecto o es barrido por ellas.
Immanuel Wallerstein
La Jornada
Traducción: Ramón Vera Herrera
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