Resulta un hecho que se constatan "brotes verdes", en medio de la actual crisis económica mundial.
Sin embargo, es muy relativa la recuperación en la economía planetaria y persisten problemas que sitúan en tela de juicio la salud de la sociedad universal frente al desorden generado por el sistema capitalista.
Una mirada al acontecer de las diversas regiones del globo terráqueo devela el carácter limitado del cese de la caída de la producción y los servicios; al tiempo que el desempleo sigue cuesta arriba. Basta con observar a Latinoamérica.
A mediados de este septiembre, un reporte de la agencia AP daba cuenta de que esa parte del hemisferio occidental retrocedió en la lucha contra el hambre, al aumentar de 45 a 53 millones las personas que padecen tal flagelo, debido al incremento del precio de los alimentos y la propia la crisis económica.
Apoyada en datos ofrecidos por la FAO (Organización de ONU para la Agricultura y la Alimentación), la fuente noticiosa estadounidense agrega que se perderán en solo tres años los avances conquistados al sur del Río Bravo en los últimos 15.
En el particular caso de México, un informe del Instituto Nacional de Estadísticas y Geografía acaba de anunciar un paisaje espeluznante en el tema de la ocupación laboral.
Entre la población económicamente activa de la nación azteca (64 millones de habitantes), el 71,8 por ciento está subempleada, el 6,28 por ciento tiene desempleo abierto y solo el 21,8 por ciento cuenta con trabajo formal y permanente. Por lo anterior, ha de suponerse la tragedia acompañante.
El Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, advirtió la posibilidad de una recaída en la crisis mundial por los numerosos riesgos latentes, como el agotamiento de los cuantiosos programas de rescate aplicados en todo el orbe.
Pero el Norte presta oídos sordos a esta realidad. Ahí están los resultados irreales de la más reciente Cumbre del G20 en Pittsburgh.
La veintena de naciones reunidas en esa ciudad norteamericana pretenden convertirse en gobierno capaz de administrar una arquitectura económica global, cuya novedad consiste en que los países ricos se comprometen en el Fondo Monetario Internacional a transferir un cinco por ciento como cuota a los mercados emergentes dinámicos.
Se trata de una victoria pírrica de algunos territorios emergentes integrantes del G20. El asunto es más enrarecido porque cayeron en saco roto las demandas populares, incluidas las del propio pueblo estadounidense.
Además, ¿cómo queda la inmensa mayoría de países del G192, es decir los integrantes de la Asamblea General de las Naciones Unidas?
Lejos de asistir a la superación de la tormenta desatada por la crisis económica mundial, los terrícolas encaran un conjunto de problemas globales, cuya solución exige un replanteo del actual orden internacional.
Noel Manzanares Blanco, profesor en Economía.
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