A pesar de la represión contra la prensa, los reporteros lograron enviar desde Honduras imágenes escalofriantes sobre la magnitud de la violencia contra los manifestantes y otras personas, deseosas de solidarizarse con el presidente constitucional, Manuel Zelaya, refugiado en la embajada de Brasil en Tegucigalpa.
Los reportes en los que se observa a los efectivos antimotines arrastrando por el cabello a mujeres, abofeteándolas o levantando una y otra vez los garrotes contra ciudadanos indefensos, hicieron evocar los tiempos de la represión de las dictaduras latinoamericanas.
En la Honduras contemporánea, permanecen olvidados durante horas en las calles los cadáveres de personas ferozmente golpeadas, los soldados penetran en viviendas sin orden judicial y se cortan avituallamientos esenciales a una sede diplomática extranjera.
Al igual que las dictaduras del Cono Sur en la década de los años setenta y ochenta del siglo pasado, el gobierno de facto hondureño tiene como blanco de sus excesos a toda la población.
El propósito no es otro que enraizar el miedo para reducir a la obediencia a la resistencia y obligarla a desistir de su apoyo a Zelaya en sus esfuerzos por el retorno a la constitucionalidad.
En la patria de Francisco Morazán se institucionalizan los desmanes físicos, porque el Estado está bajo el control de una cúpula oligárquico-militar, ambiciosa de poder.
Los exponentes del régimen de facto son presa de un primitivismo ideológico que los conduce a cometer exabruptos en su discurso, tan flagrantes como los asestados físicamente a quienes protestan.
A la vez Honduras se muestran ante la prensa contradictorios, en evidencia de que No saben cómo contrarrestar su aislamiento internacional.
Quienes hoy atropellan la democracia hondureña ordenan la ejecución de acciones de salvajismo y al unísono pretenden el cumplimiento de sus exigencias, como si moralmente merecieran un ápice de respeto.
Las informaciones e imágenes que trascienden de la actualidad hondureña retratan nítidamente la naturaleza de los golpistas, autores del secuestro de los resortes del Estado para utilizar a su antojo la violencia y la intimidación.
Escenario de frecuentes períodos de toques de queda, Honduras ofrece al mundo una patética muestra de hasta dónde puede llegar la barbarie ordenada por un grupo de privilegiados, empeñados en mantener a toda costa esas prerrogativas, aunque sus compatriotas se hundan en la miseria.
Roberto Morejón
No hay comentarios.:
Publicar un comentario