Intervencion de Néstor Kohan en la Cátedra Libre Che Guevara, realizada en la Facultad de Humanidades de Rosario, Argentina
La cátedra se llama Che Guevara, y para mí es por lo menos muy sugerente que se comience estudiando los antecedentes latinoamericanos del Che. Me parece una muy buena decisión empezar por el marxismo latinoamericano.
Porque el Che, justamente, es hijo de una doble tradición. Una, en términos generales, es la del marxismo occidental europeo, una línea de pensamiento que abarca a pensadores como Antonio Gramsci, Lukacs, Lefebvre; que no importa acá si el Che los conocía o no al detalle, pero se inscribe en toda esa perspectiva de la izquierda, del movimiento comunista internacional.
Y, también, es un hijo del marxismo latinoamericano. Este último ha pasado inadvertido muchas veces, porque en la izquierda nuestra, en nosotros mismos, ha habido hasta ahora un obstáculo muy fuerte, de tipo epistemológico. Pero mucho más que epistemológico, un obstáculo político; es el problema del eurocentrismo y del europeísmo.
Este eurocentrismo impidió muchas veces entender a fondo el pensamiento del Che, y tiene raíces muy profundas, que no vamos a analizar en esta clase. Solamente quería acotar, antes de empezar, que quizá en el primer Marx, el del Manifiesto Comunista, conviven distintas perspectivas. Y una de ellas son fuertes notas eurocentristas en el propio Marx. En el Manifiesto Comunista, hay que tener mucha precaución y estar muy atentos -porque el año que viene se conmemora un aniversario del Manifiesto Comunista, van a haber encuentros, etc.-, y ya en el Manifiesto Comunista Marx se basa en una categoría común a nuestro Sarmiento, en la época en que escribía su Facundo, que era su "civilización o barbarie". Para el Marx del Manifiesto la civilización estaba recluida en Inglaterra, Francia y Alemania. El resto de los países pertenecían a la barbarie. Todas éstas son palabras de Marx, que a lo largo de su vida y de su evolución intelectual y política las va a ir cambiando notablemente. No lo vamos a analizar acá el problema. Pero ahí ya hay un primer obstáculo eurocentrista. Por eso digo que hay que estar atentos con el Manifiesto Comunista, hay que leerlo críticamente.
Y en nuestro marxismo latinoamericano, o mejor dicho en el marxismo en América Latina, encontramos también ese obstáculo eurocentrista, sobre todo en las primeras generaciones. Los primeros marxistas latinoamericanos son emigrantes europeos, y fundamentalmente alemanes.
En la Argentina, algunos llaman "el primer marxista" al ingeniero Lallemant. Son los primeros que difunden al marxismo en nuestro continente. Sin embargo, hoy en día, por lo menos en el plano de la investigación, hay bastante consenso en que esos no fueron los primeros marxistas, valga la paradoja: fueron los primeros divulgadores, pero no los primeros marxistas latinoamericanos.
Justamente, con una frase muy feliz, se ha llamado a Mariátegui "el primer marxista latinoamericano", a pesar de que antes de él ya había habido gente, por ejemplo en nuestro país, como Juan B. Justo, que fue el primer traductor en castellano de El Capital. Sin embargo, habría que empezar, si uno analiza hoy el marxismo de Mariátegui, a preguntarse por qué él es el primer marxista del continente, y no Juan B. Justo; o no Enrique del Valle Ibarlucea en Argentina; o socialistas mexicanos. A pesar de que esta primer generación de inmigrantes europeos, de origen alemán fundamentalmente, tenían contacto con Kautzky -que era uno de los líderes de la Segunda Internacional, en Europa-.
Sin embargo, ¿qué es lo que sucede con esta primera generación? ¿Por qué no se las considera hoy en día marxistas en el sentido cabal del término, sino que se los caracteriza como "divulgadores"?
Me parece que fundamentalmente hay dos cosas: que en estos marxistas no encontramos ninguna propuesta de modernización de las sociedades latinoamericanas y de la Argentina; y también una concepción evolucionista, determinista, muchas veces asociada al darwinismo social. Y para ellos el marxismo era algo así como una doctrina, un conjunto de proposiciones fijas, cerradas, que les servía para diferenciarse de la otra tradición revolucionaria que vino a nuestro continente, que eran los anarquistas. Pero no habían realizado un análisis a fondo de nuestros países, y por lo tanto no se proponían tareas revolucionarias.
La gran ruptura epistemológica, la gran ruptura política, empieza en la década del 20. Es la década de Mariátegui, de Mella. Y en alguna medida, aunque con Martí sea muy distinto, es la década de Aníbal Ponce en Argentina. Ahí encontramos el primer marxismo, que no es al menos un marxismo en América Latina, sino que es un marxismo latinoamericano.
¿Por qué esta diferencia? Me parece, en primer lugar, porque para esta primera generación que toma al marxismo como una herramienta creadora y no simplemente como una bandera doctrinaria, de lo que se trata no es de traducir y aplicar sino de crear.
La famosa frase de Mariátegui: "no queremos que el socialismo sea, en nuestro continente, un calco; tampoco queremos que sea copia. Tiene que ser una creación heroica". De alguna manera, esa frase sintetiza a toda esa primera generación que ya no hacía como Juan B. Justo, y los anteriores, que aplicaban, sino que intentaban reflexionar a partir de lo que existía en América Latina.
Para dar un ejemplo, cuando Juan B. Justo analiza la historia argentina, y se encuentra con esta lucha de varias décadas, de unitarios y federales, aplica un esquema europeo. El dice: los federales son el proletariado, los unitarios son la burguesía. Es un esquema mecánico.
En Mariátegui vamos a encontrar una ruptura con este modo de pensar. Por eso decía, entonces, que el primer marxismo latinoamericano es el de la década del 20 y del 30. Y es el antecedente inmediato del Che Guevara y de la Revolución Cubana. La máxima expresión, a nivel pensamiento, de toda esta generación del 20 y el 30, aunque Mariátegui se muera en el filo de la época, es justamente el mismo Mariátegui.
Y la máxima expresión, a nivel político, me da la impresión de que es la insurrección de Farabundo Martí en el 32, la insurrección salvadoreña. Donde un Partido Comunista, por primera vez en la historia latinoamericana, se lanza a la lucha armada.
¿Cuáles son los núcleos principales de esta primera generación de marxistas latinoamericanos? A mi modo de ver hay dos -hay múltiples lecturas, pero yo quería subrayar estas dos, fundamentalmente-.
El primero es el vínculo que podemos encontrar entre, por un lado, la reforma universitaria, el antiimperialismo y, por el otro lado, el socialismo, la visión socialista de origen europeo. La reforma es un movimiento específicamente latinoamericano. Piensen ustedes hasta qué grado el eurocentrismo ha cumplido un papel demasiado nefasto entre nosotros, que ya que se menciona que hoy es el aniversario del Cordobazo, ¿cuántos de nosotros sabemos mucho más lo que significó el Mayo Francés que el Cordobazo?. Y cuántos de nosotros conocemos mucho más las reivindicaciones estudiantiles de los franceses que las de la reforma universitaria. Aún cuando la reforma fue 50 años anterior. Entonces, me parece que la reforma, como fenómeno específicamente latinoamericano, estaba conformada por un universo de pensamiento profundamente antiimperialista.
Hoy en día nos cuesta percibir ese carácter de la reforma, porque las expresiones -por lo menos en el movimiento estudiantil- de la reforma que han sobrevivido son expresiones muy ligadas al liberalismo. No al liberalismo de Alsogaray, sino un liberalismo democrático, laicista. Pero se han perdido otras vertientes en la historia, vertientes que en aquella época convivían en la reforma. Por ejemplo, una de las expresiones más conocidas -y ayer tuvimos una manifestación estudiantil- es la Franja Morada, que reivindica la reforma.
Me parece que en la conformación original de la reforma Universitaria ésta corriente no era la única; al lado convivía otra de un profundo carácter latinoamericanista, antiimperialista -que no lo encontramos en estas corrientes actuales- y cuyo máximo ideólogo fue el redactor, que se llamaba Deodoro Roca, -un desconocido hoy, que creo que habría que ponerlo como uno de los antecedentes del Che, también, junto con Mariátegui y Mella-. Fue el redactor del manifiesto del 18 cordobés.
Y me voy un segundo del tema, para contar quién era Deodoro Roca. Deodoro Roca, de alguna manera, sintetizó a la constelación del modernismo literario, de Martí, de Rubén Darío, de José Enrique Rodó, en los manifiestos de la reforma. Y fíjense ustedes que en el pensamiento de Deodoro Roca convivían una prédica antiburguesa, anticapitalista, no sólo en términos de explotación. El burgués no sólo era sinónimo de explotador, sino también de mediocre, de rutina, de burocracia. Y estos núcleos ideológicos los vamos a encontrar en el Che también, cuando plantea que el socialismo no tiene que luchar sólo contra la explotación, sino que también tiene que luchar contra la dominación, contra la enajenación. Fíjense ustedes que en la casa de Deodoro Roca, en Córdoba, el joven Guevara iba asiduamente a visitar su biblioteca, era amigo de su hijo. Entre otras cosas, podemos mencionar que el hijo de Deodoro Roca fue el abogado de los guerrilleros de Masetti, por pedido expreso del Che. Y cuenta el hijo -que se murió hace muy poquito- que el joven Guevara, durante muchos días y meses, se metía en la biblioteca y se pasaba los días leyendo los libros de Deodoro Roca -se "afanaba" libros, también-.
Y me parece que hay una huella muy fuerte de Deodoro Roca en el pensamiento del Che. Y que, si hablamos de Deodoro Roca y de la Reforma, ahí ya encontramos el vínculo con Mella y con Mariátegui. Porque Mella es un hijo de la reforma universitaria. Mella ingresa en la política a través del movimiento estudiantil, tomando la Universidad de La Habana, en 1923, cuando apenas tenía 20 años, era un pibe muy joven, y sus compañeros lo nombran rector. Antes de fundar el Partido Comunista, él es un militante de la reforma universitaria.
En Mariátegui también encontramos un vínculo muy fuerte con la reforma, sobre todo cuando regresa de Europa. Mariátegui viaja a Europa en 1919, y vuelve en 1923. Y lo que encontramos, tanto en Mella como en Mariátegui -y podríamos hablar de otras expresiones de aquella época, con las cuales ellos polemizaron, como es la de Haya De La Torre que también es un hijo de la reforma-. El APRA es el partido político que nace de la reforma universitaria. Por eso decía que la figura de Deodoro Roca, aunque no está en el programa, me parece que es para tomar en cuenta en todo este universo de las décadas del 20 y 30.
En Mariátegui y en Mella encontramos ese componente latinoamericanista, antiimperialista, de la reforma, que también va a estar presente en el Che.
Ahora bien, acá viene el debate. Estos revolucionarios -Julio Antonio Mella, que es uno de los fundadores del Partido Comunista Cubano; Mariátegui, que es uno de los fundadores del Partido Socialista Peruano-, ¿qué actitud toman ante la reforma? ¿Qué actitud toman ante esa vertiente antiimperialista que, por ahí, no se autoproclamaba marxista pero que estaba muy cercana?
Me parece que ese es uno de los núcleos fundamentales de todo este debate. Porque ambos, Mella y Mariátegui, participan del movimiento socialista internacional, ambos son miembros de la Tercer Internacional -la Internacional Comunista-, pero sin romper del todo con la reforma.
Este me parece un elemento fundamental: sin romper con ese antiimperialismo. Al contrario, por ejemplo en el caso de Mella, desde la reforma él marcha hacia el comunismo. En Mella encontramos una radicalización del pensamiento antiimperialista de la reforma, que termina yuxtapuesto con el comunismo, y no rompe con la reforma. Le señala contradicciones e imprecisiones, pero nunca termina de romper con la reforma, porque ve que el antiimperialismo es uno de los componentes fundamentales que debe tener, en nuestro continente, el comunismo.
En las décadas siguientes, esto va a entrar en discusión. Por eso decía, entonces, que en todos estos primeros marxistas latinoamericanos hay un núcleo: vínculo entre reforma, antiimperialismo y socialismo. Para ellos, si queremos sintetizarlo en una frase, no son contradictorios. El antiimperialismo tiene que ir de la mano del socialismo, no puede haber antiimperialismo sin socialismo, no puede haber socialismo en América Latina sin antiimperialismo. Este es uno de los núcleos fundamentales de todos estos pensadores.
El segundo núcleo que quería subrayar era el carácter de la revolución que ellos planteaban: cómo tenían que ser las revoluciones en el continente. A eso remite la pregunta por el carácter. Y encontramos de nuevo, en esta primera generación de marxistas latinoamericanos, que ellos no divorciaban las tareas de liberación nacional, las tareas de emancipación democrático burguesas -si se quiere- de las tareas socialistas.
Tanto Mella como Mariátegui pensaban que la revolución en América Latina era una revolución que tenía que sintetizar estas dos tareas. De nuevo encontramos que para ellos el antiimperialismo tiene que ir al socialismo, y que el socialismo tiene que ser antiimperialista. Al mismo tiempo, no en dos momentos separados.
Quien va a llevar esto a la práctica es Farabundo Martí, cuando se lanza a la lucha armada en El Salvador, en el año 1932. Farabundo Martí, que había sido un lugarteniente de Sandino, que había llegado a ser su secretario privado en la guerrilla nicaragüense, cuando plantea el tipo de consigna para la insurrección de 1932, encontramos que él tampoco divorcia el antiimperialismo del socialismo, ni liberación nacional de comunismo. Las dos tareas son fases de un mismo proceso. Por eso, quería recalcar lo que une a todos estos pensadores, más allá de sus múltiples experiencias.
Lo que une a Mella, a Mariátegui, a Farabundo Martí, es esta unidad diferenciada -pero unidad-, esta síntesis entre estas dos vertientes.
¿Por qué poner tanto énfasis en esto? Porque a partir de mediados de la década del 30, en el movimiento comunista internacional comienzan a separarse estas dos tareas. Se empieza a plantear que la revolución, en América Latina, no es una sola, sino que hay dos revoluciones. Una democrático burguesa, digamos, de lucha contra el imperialismo -que en nuestro continente fue, fundamentalmente, el norteamericano-; y la otra, más adelante, socialista.
Hay un corte con el primer marxismo latinoamericano, que empieza aproximadamente en 1935. Mella ya había sido muerto en México, donde estaba exiliado, y el dictador cubano de aquella época, Machado, lo mandó a liquidar. Mariátegui también había muerto en 1930, sin poder venir a la Argentina como era su plan. Farabundo Martí es asesinado junto con 30.000 compañeros. En la revolución de El salvador, la burguesía salvadoreña liquida en pocos días a 30.000 comunistas. Muertos, entonces, estos primeros marxistas latinoamericanos, el marxismo en el continente se cristaliza, se petrifica, durante aproximadamente 20 años.
El quiebre inicial de este primer marxismo latinoamericano lo podemos encontrar en Buenos Aires, en el año 1929, cuando se desarrolla la Primera Conferencia de Comunistas Latinoamericanos. Mariátegui no puede venir, tiene una pierna cortada, etc., y manda a sus delegados. Y entran en contradicción con quien en esa época comienza a ser, de alguna manera, la voz cantante, que es Victorio Codovilla -al cual se le atribuyen, muchas veces, todos los males de la humanidad, como si fuese un demonio-. Me parece que, en realidad, Codovilla fue el portavoz de una etapa de la Internacional Comunista. No creo que él haya creado demasiado, sino que fue el portavoz, el vocero. Pero ya en el año 1929 los delegados de Mariátegui entran en contradicción con la línea de Codovilla. Mariátegui planteaba esto que decíamos antes: en América Latina el socialismo tiene que ser antiimperialista, y el socialismo tiene que ser antiimperialista.
En cambio, la Tercera Internacional ya en aquellos momentos comenzaba a divorciar ambas tareas. Esa cristalización en dos tareas distintas, -que no viene al caso analizarlas ahora, pero que me parece que hizo mucho daño al movimiento revolucionario de nuestro continente-, entra nuevamente en crisis en 1959 con la Revolución Cubana. Justamente, con la propuesta de Fidel Castro y el Che Guevara, quiénes de nuevo -por eso me parecía muy pertinente empezar una cátedra del Che con estos pensadores- vuelven a insistir tozudamente, porfiadamente, con que en América el socialismo tiene que ser antiimperialista. No puede haber un socialismo desligado de las tareas de liberación nacional; no puede haber un nacionalismo democrático sin ser, al mismo tiempo, socialista. ese es uno de los núcleos del pensamiento del Che y de Fidel Castro. Y es la continuidad inmediata de Mariátegui, Mella y la Revolución Cubana.
Pasemos a los matices que hay entre Mella y Mariátegui, y los que también hay, fundamentalmente, con Aníbal Ponce. De todos ellos, me parece, el más importante es Mariátegui, es el que tiene más actualidad, es el más original de todos. ¿Por qué?
Porque Mariátegui entiende que el marxismo no es una doctrina, un molde encerrado que hay que aplicárselo de prepo a América Latina. Por eso es que él le da mucha importancia al tema del indigenismo.
Pero no es un folklorista, un populista -como se lo caracterizó por ahí-, sino que encontraba que en su país, Perú, la mayoría de la población es de origen indígena. Entonces no le podía aplicar ese esquema del Manifiesto -burguesía versus proletariado, ambos como dos entidades puras- al Perú.
El decía: si el marxismo no es un dogma, sino es un método, tenemos que aplicarlo creativamente -el método- en el Perú. Y en Perú hay indígenas. Entonces, ¿qué vamos a hacer con los indígenas? Como no están en el Manifiesto Comunista, ¿los vamos a dejar de lado?
Ese mismo problema se lo plantea mucha gente hoy en día. Pensemos lo que significa en Chiapas. En Chiapas, la rebelión no vino de los obreros industriales. Entonces, ¿qué vamos a decir, con el Manifiesto Comunista en la mano, "Marcos, sacáte la máscara, dejáte de joder, éstos no son obreros industriales". Eso no tiene sentido.
Y las rebeliones en nuestro país -y fíjense que esto es aún hoy materia de debate porque es algo muy presente-, por ahora no vienen de la mano de la clase obrera industrial. Entonces, desde un marxismo dogmático, ¿qué vamos a decir? "Como esto no responde a nuestro esquema, toda esta gente está equivocada".
Me parece que Mariátegui tenía otra actitud, que el Che tenía otra actitud, y por eso es que incorporaba en su análisis de la formación social peruana, el tema del indigenismo. Y Mariátegui, ya en esos años, había empezado a dudar del determinismo. Dijo: no, la revolución no es ineluctable ni necesaria. Es posible, no más. Está abierta a qué va a suceder en la historia. Mariátegui fue un crítico del determinismo. En cambio, Mella no. El joven Mella fue muy determinista. En este sentido fue menos original que Mariátegui. Y Aníbal Ponce fue también determinista.
¿Qué es lo más sugerente de Ponce -en un paneo muy rápido-? Lo más interesante de Ponce es el humanismo. Hay una vertiente en Ponce, que es muy fácilmente olvidable; y otra que hay que reivindicar, que debemos reivindicar como propia. Y yo casi les diría que en las próximas cursadas incluiría a Ponce acá -no sólo a Deodoro Roca-.
Lo que hay que reivindicar es el tema del humanismo. Ponce tiene un libro que se llama Humanismo burgués, Humanismo proletario, donde ya en esos años va a adelantar tesis que después van a ser propias de Gramsci, de Lukacs, del marxismo europeo, que es entender al pensamiento de Marx como centrado fundamentalmente en el hombre. Y esto va a dejar una huella muy presente en el humanismo del Che.
El Che Guevara también, cuando habla del "hombre nuevo" toma en cuenta los planteos de Aníbal Ponce. La otra vertiente, fácilmente olvidable, de Ponce, es su sarmientismo. Que, en este sentido, es un polo antagónico de Mariátegui: Ponce desprecia -en gran parte de su vida- la realidad latinoamericana; especialmente a los indios, porque sigue un esquema sarmientino. Defiende la raza blanca, etc. Recién al final de su vida, cuando se tiene que exiliar en México y se chocó con la realidad mexicana, recién ahí recapacita y se da cuenta de que estaba equivocado; pero se muere enseguida.
Por eso, me parece que lo fundamental a reivindicar hoy en día de estos personajes de las décadas del 20 y del 30, son básicamente dos cosas.
En primer lugar, el espíritu de ofensiva. Ninguno de estos marxistas -y acá está la gran diferencia con Juan B. Justo y los otros de principio de siglo- pensaba en una transformación lenta y pacífica del capitalismo hacia el socialismo. Se matarían de risa de esa idea, digamos. Y hoy en día, cuando vemos que en nuestro país no toda pero sí gran parte de la oposición vuelve a las posturas de Juan B. Justo -no importa si lo citan o no- se vuelve a una concepción cuasi-liberal, donde lo que importa es la libertad de prensa, los derechos del ciudadano, pero se le tiene mucho miedo a las protestas sociales, se prioriza la gobernabilidad, etc., esto ya lo conocemos todos-. Hoy en día, cuando, para dar tan sólo un ejemplo, el diario Página 12 -que expresa toda una línea cultural de la izquierda argentina-, cuando concibe a la izquierda de una manera mucho más cercana a la Revolución Francesa que a la Revolución Cubana -para decirlo sintéticamente-, me parece que empezar a estudiar a estos personajes de las décadas del 20 y 30 es retomar ese espíritu de ofensiva. Creo que es una de las grandes tareas que tenemos hoy pendientes.
Y la segunda tarea, me parece, es la de abandonar justamente la idea del marxismo como doctrina; una doctrina que usamos como medida para ver si la gente es revolucionaria o no: "¿cuántos libros leíste de marxismo?". La gente no es revolucionaria porque haya leído a Marx. Es revolucionaria porque lucha contra la dominación y el capitalismo. Marx nos sirve como un método para esa lucha, pero en sí mismo no es criterio.
Ha habido, en la historia de la humanidad, camadas completas -no sólo en nuestro país, sino en todo el mundo- que se adscribían al marxismo en términos doctrinarios, pero que en la práctica de todos los días no luchaban contra la dominación. Por lo tanto, no eran revolucionarios. Esta es una de las enseñanzas fundamentales de esa época: se puede ser marxista y no ser revolucionario.
Sin embargo, por ejemplo José Martí era un revolucionario sin ser marxista. El mismo Sandino, también. Lo interesante de estos personajes -Mella, Mariátegui, Farabundo- es que eran marxistas y revolucionarios al mismo tiempo.
Por eso, para terminar, me parece que también como desafío sobre todo para las nuevas generaciones, es una de las tareas pendientes retomar este marxismo creador.
No como un dogma, ni como un esquema frío que tengamos que aplicar a la realidad, sino como un medio. ¿La gente lucha? Bueno, el marxismo nos da herramientas para radicalizar esas luchas. No para medirlas a ver si están o no de acuerdo con nuestros esquemas.
Me parece que esa es otra de las enseñanzas fundamentales de aquella primera generación.
Néstor Kohan
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