Como reza el conocimiento empírico, todo depende del prisma con que se mire, lo que el pueblo conceptúa como la visión del vaso de agua medio lleno o medio vacío, según el grado de optimismo o pesimismo con que se enfoque el objeto, o el contexto de la ojeada. Si uno se asoma a una fuente de derecha, digamos, percibirá inocultable exultación al subrayar esta que la economía china se debilita en medio de la contienda comercial con los EE.UU.. (He ahí el recipiente con menguado líquido de que hablamos).
Y en apariencia la aseveración lleva razón: siguiendo el ringlero de entuertos relacionado por Thomas White, en la agencia Reuters, por ejemplo, tenemos que el sector manufacturero del gigante asiático entró en cierto estadio “renqueante”, y el enfriamiento general queda reflejado en el índice de gastos de compras (PMI, por sus siglas en inglés) Caixin. Indicador que se mide a partir de sondeos entre empresas y que en agosto de 2018 cayó hasta 50,6, su nivel más bajo en los precedentes 14 meses. El PMI, que había marcado 50,8 en julio, muestra que el crecimiento se había ralentizado hasta los mínimos de junio de 2017, aunque (ojo) el comentarista tuvo que reconocer que, por encima de los 50, sigue apuntando al aumento y no a la contracción.
Cuales cuentas de un largo rosario, economistas hay que vinculan el “derrumbe” del PMI principalmente con la guerra de los gravámenes detonada por los Estados Unidos y con la presión sobre los precios. Citado por White, el director de análisis macroeconómico de CEBM Group, Zhong Zhengsheng, sentenció que una oferta estable no podrá sostenerse en medio de una demanda disminuida y agregó en una nota que acompaña la encuesta Caixin que la "economía china enfrenta una presión a la baja relativamente obvia". También se ha reflejado que las empresas del “dragón” evitaron contratar a más personal en agosto y tienden a recortar la plantilla y desprenderse de trabajadores. Según Zhong, el empeoramiento de la cuestión del empleo puede sentirse negativamente en el consumo.
Sin embargo, insistamos, hay quien no percibe el panorama de esa guisa, a pesar de que el ritmo de acrecentamiento del PIB ha descendido desde unos fabulosos guarismos alrededor de diez hasta seis y unas décimas. Para Jenny Clegg (Counterpunch), un decenio después de la bancarrota de Lehman Brothers -que situó al capitalismo al borde del colapso, con una crisis similar a la de los años treinta, y con la mayor porción de las economías arrostrando un crecimiento lento, escasas inversión y productividad-, marcado por la deuda y el déficit, y sin apenas mejoras en los ingresos reales del 90 por ciento de la población del globo, lo más sobresaliente ha resultado el continuo ascenso de China. Sí, “desde 2009, la economía […] ha casi triplicado su volumen […] y en 2011 ya superó a Japón como segunda economía mundial. Hasta ese año, la economía creció entre un nueve y diez por ciento anual, para estabilizarse en los últimos seis años en una ´nueva normalidad´ del siete por ciento anual, muy superior al 3,9 por ciento de crecimiento medio mundial”.
Empero, los logros no se agotan con lo mencionado. La renta per cápita se ha despegado de tres mil 500 dólares en 2009 hasta ocho mil 800 en 2017, a un ritmo anual de subida de entre el diez y el 15 por ciento, lo que, de continuar, ubicará al país en las filas de aquellos con remuneraciones elevadas ¡en unos ocho años! Los habitantes urbanos han engrosado unos 15 millones al año, con la creación de ocho millones a diez millones de empleos en doce meses. Como es sabido por los atentos “buceadores” de noticias, en el último lustro “la pobreza extrema ha seguido reduciéndose, de 100 millones a 30 millones, lo que pone en camino de su total eliminación en los próximos tres años”.
Ahora, ¿por qué la determinada ralentización? En opinión de atentos observadores, la nación ha comenzado a cambiar su modelo de expansión, que está dejando de basarse en la confección de artículos baratos para la exportación y en la inversión, y está redirigiéndose hacia el consumo interno y la alta tecnología. Clegg precisa que “esta audaz transición que traslada la propia base de la economía a los nuevos pilares de crecimiento ya está bastante avanzada. El comercio ha pasado del 37 por ciento del PIB en 2008 al 20 por ciento en la actualidad, mientras que la cuota de consumo del PIB lleva aumentado constantemente desde 2012. […], los 400 millones de consumidores de renta media chinos son una de las principales fuerzas motoras de la economía mundial. Entre 2011 y 2017, la cuota de los sectores […] tradicionales –carbón, acero, hierro y cemento– en la economía se redujo de un 75 a un 50 por ciento, siendo los nuevos motores de crecimiento los sectores de la energía, tecnología, sanidad y entretenimiento. Según la base de datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la productividad laboral ha aumentado un 9,6 por ciento anual desde 2003. La inversión del Gobierno está generando una expansión de las infraestructuras públicas, el comercio electrónico y los sistemas electrónicos de alto valor añadido. El empleo en el sector servicios ha crecido del 33 al 45 por ciento”.
No alcanzaría el espacio editorial para exponer una avalancha de datos que demeritan la sentencia de “vaso medio vacío”. Contentémonos con un nervioso paneo, continuando por la senda que nos despejó Counterpunch. En la actualidad, el territorio cuenta 109 empresas en la lista Fortune Global 500, “formidable ascenso” si consideramos que en 2001 solo formaban parte 10 entidades, y 30 en 2008. El ferrocarril de alta velocidad cubre más de 22 mil kilómetros y se ha convertido en el más extenso del orbe, la generación eléctrica se “dispara” anualmente diez por ciento desde 2008. “Las industrias no solo se están acercando a la tecnología de vanguardia en sectores convencionales como la electrónica, la maquinaria, […] el tren de alta velocidad y la aviación, sino que también están liderando innovaciones tecnológicas. Entre los sectores de nuevas tecnologías que están despegando se encuentran el de la inteligencia artificial, el Internet de las cosas, los vehículos autónomos, la nanotecnología, la biotecnología, la ciencia de materiales, el almacenamiento avanzado de energía y la informática cuántica […] China ya está desafiando el monopolio de los países desarrollados en robótica e impresión en 3D. El Gobierno está invirtiendo en campos como los chips electrónicos avanzados y los motores de aviación avanzados. De hecho, China pronto superará a Estados Unidos en inversión en I+D”.
Si no bastara, precisa Clegg, integra el liderazgo en el trecho hacia una nueva era de energía limpia. El gasto social ascendió al nueve por ciento del PIB en 2012, frente al seis por ciento en 2007. A partir de 2009, Beijing ha erogado 480 mil millones de dólares en sanidad y el 95 por ciento de la población goza de un seguro básico, que se está ensanchando hasta cubrir todas las enfermedades importantes. La esperanza de vida se amplió de menos de 75 años en 2010 a 76,7 años en 2017. Tiene en marcha una renta mínima para todos los residentes y un número cada vez mayor de empresas está inscribiendo a sus trabajadores en programas públicos que garantizan prestaciones en caso de dolencia laboral, maternidad y seguro de desempleo…
Por otra parte, “en el ámbito internacional, desde el inicio de la crisis financiera, el crecimiento chino es responsable de entre el 30 y el 50 por ciento del crecimiento mundial, superando con creces la contribución de Estados Unidos, al menos en un 20 por ciento, y ha ejercido un papel fundamental, poco reconocido en Occidente, en mitigar la tendencia recesiva. China se ha convertido en el principal socio comercial de más de 120 países y compite con Estados Unidos por el liderazgo del comercio mundial. Es un importante impulsor del crecimiento en los países en vías de desarrollo: en 2011, sus bancos de desarrollo prestaban más dinero a dichos países que el Banco Mundial”.
A más de ello, deja “su huella en la arquitectura financiera mundial, avanzando paso a paso, con la fundación del Banco de Cooperación de Shanghái en 2010, el Banco de Desarrollo del BRICS y el anuncio de la iniciativa de nueva Ruta de la Seda (Belt and Road) en 2013 y el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura en 2015. Ese mismo año, el FMI reconoció al renminbi como la quinta reserva mundial de moneda”.
Así las cosas, para diversos analistas la denostada China lograría aventajar a los EUA antes de 2030. No obstante, convengamos en que mantiene niveles elevados de deuda y en que todavía podría ocurrir un crash. La pregunta que se plantean los entendidos: ¿Alcanzaría a limitar, o al menos a resistir, las presiones de la guerra comercial de Trump? Remarquemos aquí que, de hecho, las perspectivas de la Unión tampoco son buenas. El repunte de la economía inducido por el recorte de impuestos del magnate-mandatario puede ser efímero, y el presidente del slogan “Primero América” se vería “obligado a aprender que Estados Unidos y China se necesitan mutuamente”.
Sí, pero
Quizás sobre todo USA precise de su mayor deudor. No en vano el FMI acaba de advertir a Washington de que devendrá el gran perdedor de la liza presente, tras México y Canadá. A todas luces, el que todavía le marchen bien los “numeritos” al “emporio” que fue emblema del libre intercambio de mercancías no significa que vaya a salir indemne de una guerra comercial más real cada día que pasa. Ni rastro de la confianza que reinaba en el Fondo hasta hace poco. Las previsiones acerca del mejoramiento de la economía global de finales de 2018 debieron atemperarse dos décimas menos que lo anunciado anteriormente: 3,9 por ciento.
Un cúmulo de escalonados escenarios ha sido previsto por el FMI en el cálculo de las consecuencias de la “conflagración” que acaba de comenzar. El primero fue que los aranceles se quedaran en los estipulados por el gobernante de exótico peluquín al aluminio y al acero, que pesaron sobre bienes chinos por valor de 250 mil millones de pesos, y la réplica de Beijing de castigar 60 mil millones de importaciones de los EE.UU. Pero esto es agua pasada, ¿no? Los siguientes supuestos se han materializado en la medida en que las agresiones de un lado han devenido respondidas por el otro. Lo más fatídico es que el conflicto termine contagiando la inversión empresarial y su capacidad de financiarse en el mercado. Conforme a la organización neoliberal –ahora nada descaminada, al parecer-, China sería la más perjudicada en los primeros años. Pero, reiteremos, a largo plazo la contraparte resultaría más castigada, con descensos del PIB de casi un punto porcentual.
Visto el panorama, concordemos en el porqué de la satanización emanada de la ciudad del Potomac. Para Eduardo Andrade Bone, en la Agencia Indoamericana de Prensa, todo indica que llegó el turno de China, pues recientemente el exjefe de la CIA y hoy responsable de la diplomacia gringa –si cuando aparezcan estas líneas no le ha renunciado al inefable Donald, como tantos otros-, Mike Pompeo, ha insinuado que frente a la puja desatada por Trump, “sería una amenaza mucho mayor que Rusia”. En este ámbito, recordemos con Andrade que EUA, el complejo militar industrial, las grandes corporaciones, la oligarquía imperial, siempre han echado mano a enemigos externos para justificar todo tipo de embestidas contra el resto del orbe.
Sucedido el desplome de la URSS y sus cofrades más inmediatos, Washington se siente dueño de la Tierra. Entonces, viene el invento de la figura del terrorismo internacional, para dar paso a la impugnación de todos aquellos que no forman parte de la órbita de influencia yanqui. Si se erigen en objetivos del descrédito Corea del Norte, Irán, Siria, Rusia y China, antes “pagaron el pato” Sadam Husein y Muamar el Gadafi, “para así [EE.UU.] justificar ante el mundo sus invasiones y agresiones militares, sus sanciones y campañas mediáticas, todo, muy bien apoyadas por los medios de comunicación occidentales”. Luego, se perfila un “eje del mal”, que presuntamente apoya a grupos terroristas (Corea del Norte, Cuba, Irán, Irak, Siria, Venezuela, Libia, etc.), igualmente llamado por el Imperio y sus aliados “estados canalla”.
Bosquejo de una guerra declarada
Con Rafael Poch, de CTXT/Rebelión, reconozcamos que la arremetida tiene causas puntuales. Las mismas del progreso del objetivo. Quizás la principal: la Nueva Ruta de la Seda (NRS), el único programa existente abierto, integrador, universalista y no basado en la lógica de la imposición del más fuerte. Plan que supone la tercera gran época de la República Popular.
“La primera fase fue la revolución maoísta, que levantó al país del suelo. La segunda, sobre los cimientos de la revolución, fue la modernización económica de Deng Xiaoping y sus sucesores. Esa modernización se hizo en el bien entendido de que China debía ser prudente y humilde en la esfera internacional: no meterse en conflictos ni presentar ambiciones que comprometieran su prioridad de desarrollo interno en una etapa tan delicada. Con Xi Jinping se llega a la tercera gran fase: definir y afirmar el papel de China en el mundo. Tras el impulso económico y modernizador de las últimas décadas, la intervención directa de China en los asuntos mundiales se ha convertido en una condición de la continuidad del ascenso chino. Y eso no solo por la necesidad de estabilizar y garantizar los suministros que alimentan su fábrica global: por una simple cuestión de la escala adquirida por su poderío, la prudente no intervención y discreción internacional pregonada por Deng Xiaoping ha comenzado a quedarse desfasada. Desde el punto de vista de las relaciones entre grandes potencias, China ha iniciado con esta tercera fase el primer movimiento del relevo hacia el papel de superpotencia. Los imperativos del mismo ‘ascenso chino’ que hasta hace poco exigían discreción, exigen ahora una mayor intervención en el mundo”.
Continuando en sintonía con Poch, rememoremos que, “lanzada” en septiembre de 2013, la NRS es un proyecto de integración económica de Asia, África y Europa mediante colosales inversiones en infraestructuras. Una red de corredores energéticos, vías de comunicación y transporte terrestres y marítimas, y unificaciones financieras, con el objetivo de afianzar y expandir la economía planetaria. Con su puesta en marcha, fijada para el 2021, y una perspectiva hasta el año 2049, ya enlaza a más de sesenta Estados, que representan el 70 por ciento de la humanidad, el 55 del PIB y el 75 por ciento de los recursos energéticos conocidos. “La iniciativa se basa en tres principios: apertura hacia todos los países, carácter integrador basado en el respeto a la idiosincrasia y opciones de desarrollo de cada uno de ellos, y normas de mercado. El resultado implícito de esta iniciativa es crear un nuevo paradigma geopolítico. En Washington lo ven como un verdadero desafío al dominio de Eurasia y de la economía mundial ejercido por Estados Unidos. Y no están dispuestos a permitirlo. Si todo eso funciona, el ascenso de China solo puede ser detenido por la guerra”.
No en balde el pivot to Asia (el traslado del grueso de la fuerza castrense del Tío Sam) y los incidentes y las tensiones en el mar de la China Meridional alertan de una dinámica bélica bien concreta. Con esos truenos, el objetivo militar de Beijing a mediano plazo no es desafiar al titánico rival, algo irreal, agotador y peligroso en extremo, sino sembrar dudas en los halcones yanquis sobre las posibilidades de una victoria propia en el mencionado piélago. La estrategia-respuesta sería (es) disolver las coaliciones de EE.UU. en el Asia oriental y el Pacífico occidental. “Pekín considera esas alianzas reliquias de la guerra fría y confía en que su peso comercial con los países de la región implicados –que ya es superior al de Estados Unidos– sea determinante en ese proceso de disolución. Al mismo tiempo, […] fortalece su potencial aeronaval”.
Asimismo –no faltaba más- , se vigoriza económicamente, a pesar del “temblor” provocado por los aranceles gringos. Tiempo al tiempo, aconsejan aquellos que en estos asuntos se adhieren a la visión del “vaso medio lleno”, con respecto a…China, claro está.
Eduardo Montes de Oca
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