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sábado, junio 01, 2019
Falsa independencia: nace una república Maniatada
Cuba 20 de mayo de 1902, los habaneros celebran la independencia/ ACN
En momentos en que Estados Unidos recrudece sus presiones sobre la Mayor de las Antillas para impedir su desarrollo independiente y materializar la añeja ambición de apoderarse de nuestro territorio, vale recordar la actuación de las autoridades de dicho país en relación con el nacimiento de la República de Cuba
El 20 de mayo de 1902 las autoridades interventoras estadounidenses entregaron el poder al primer presidente cubano, Don Tomas Estrada Palma, en La Habana. En ciudades y poblados del país fue festejada la proclamación de la Republica después de 30 años de lucha por la independencia.
Miles de personas se aglomeraron a lo largo de la bahía habanera y frente al Palacio de los Capitanes Generales para contemplar cómo en ese edificio y en el Morro arriaron la bandera estadounidense y se izó la de la estrella solitaria, mientras globos con banderas cubanas
se elevaban y arcos triunfales hechos de madera se alzaron en toda la Isla, con motivos patrióticos o relativos a la amistad con el presuntamente desinteresado vecino del Norte.
Conjuntamente los primeros estudios fotográficos reproducían imágenes de bellas jovencitas acicaladas con la bandera cubana al lado de un soldado estadounidense que gallardamente la resguardaba, en tanto la gran prensa de la época reflejaba el acontecimiento sin ahorrar palabras de agradecimiento a la intervención de Estados Unidos.
Ese fue el ideario popular predominante que escondía los verdaderos intereses del naciente imperialismo, que solo pudo tener éxito después de la caída en combate de José Martí y Antonio Maceo, principales líderes que con una clara conciencia antimperialista podían garantizar la unidad de los cubanos para impedir los designios anexionistas.
Escaseaban los patriotas que advirtieran los verdaderos objetivos de los falsos aliados, descritos con mucha sinceridad por uno de los principales actores de esa trama, el gobernador estadounidense Leonardo Wood.
“Por supuesto que a Cuba se le ha dejado poca o ninguna independencia con la Enmienda Platt y lo único indicado ahora es la anexión (…) Es bien evidente que está absolutamente en nuestras manos
(…) Con el control, que sin duda pronto se convertirá en posesión, en breve prácticamente controlaremos el comercio de azúcar en el mundo (…) La Isla se norteamericanizará gradualmente y a su debido tiempo contaremos con una de las más ricas y deseables posesiones que haya en
el mundo”.
No le faltaban razones al entusiasmado Wood por la instauración del primer sistema neocolonial en el orbe en la Isla vecina, ya prevista por los fundadores de EE.UU. como la fruta madura que caería en sus manos después de desgajarse del imperio colonial español.
Aunque esperaron pacientemente hasta que en 1898 los cubanos en su tercera guerra de independencia pronosticaban la segura derrota de España en cuestión de tiempo.
La oportuna y misteriosa voladura del acorazado Maine en la bahía de La Habana, a inicios de 1898, dio el impulso final para la intervención de las tropas estadounidenses que requerían contar con el apoyo de los mambises para el desembarco de los marines y operaciones en las costas orientales.
Para este fin los estadounidenses se dirigieron directamente a jefes militares de la zona como Calixto García, con lo que, además de facilitar sus operaciones militares, los invasores sembraron la
posible discordia entre las filas independentistas, ya que como principio no hubo un reconocimiento al mando supremo del Ejército Libertador y a los órganos de la República en Armas.
Después de la valiente y decisiva ayuda de los cubanos para el triunfo de la campaña, impidieron al Ejército Libertador y al propio general Calixto García entrar en Santiago de Cuba, para participar en
la rendición hispana en 1898, bajo el pretexto de posibles venganzas de los cubanos contra los españoles, lo que motivó la digna respuesta del jefe cubano en una carta dirigida al general William Shafter en la cual protestó enérgicamente por la afrenta.
El destacado jefe mambí le escribió al militar yanqui:“ (…) “no somos un pueblo salvaje que desconoce los principios de la guerra civilizada; formamos un ejército pobre y harapiento, tan pobre y harapiento como lo fue el ejército de vuestros antepasados en su guerra noble por la independencia de los Estados Unidos de América; pero, a semejanza de los héroes de Saratoga y de Yorktown, respetamos demasiado nuestra causa para mancharla con la barbarie y la cobardía.”
En Tomás Estrada Palma los políticos estadounidenses tuvieron un servil colaborador. El futuro presidente cubano se había establecido en EE.UU., donde se dedicó a la educación, y de sus iniciales posiciones patrióticas durante la Guerra de los Diez Años fue derivando a su convencimiento de que sus compatriotas eran incapaces de gobernarse sin la tutela de la gran potencia y previó que la anexión podría ser una solución a su porvenir.
No obstante, esas consideraciones no eran muy conocidas y llegó a sustituir a José Martí al frente del Partido Revolucionario Cubano, el cual disolvió después de concluida la guerra, clausuró su periódico Patria y fue un factor importante en la desmovilización del Ejército Libertador y de los órganos de dirección de la Revolución, entre otros servicios brindados a los propósitos imperiales.
También la administración estadounidense obligó a la Asamblea Constituyente encargada de elaborar la ley fundamental de la República a incluir en sus acápites la Enmienda Platt, elaborada por un senador de igual nombre que establecía el derecho de su país a intervenir militarmente en la ínsula, prohibía a la nación establecer tratados internacionales, creaba condiciones para ceder la Isla de Pinos a La Unión y obligaba a entregar bahías para bases carboneras, entre otras
condiciones lesivas a la dignidad nacional.
Así nació la nueva república que en el mundo estaba considerada un protectorado de Estados Unidos, con apariencia de territorio independiente por contar con una bandera, un himno y un gobierno presuntamente independiente.
No fue hasta el primero de enero de 1959, cuando se iniciaría el desmontaje definitivo de más de 50 años de dominación imperialista, promovida en ese lejano 20 de mayo de 1902.
Jorge Wejebe Cobo | ACN
Nace una república Maniatada
En momentos en que Estados Unidos recrudece sus presiones sobre la Mayor de las Antillas para impedir su desarrollo independiente y materializar la añeja ambición de apoderarse de nuestro territorio, vale recordar la actuación de las autoridades de dicho país en relación con el nacimiento de la República de Cuba..
El imperio proclamó el derecho de Cuba a ser libre y maniató a la República desde su nacimiento.
De la intervención estadounidense en la guerra que se libraba en esta tierra contra el dominio español abundan los ejemplos del desconocimiento por parte del ejército de EE. UU. de la beligerancia de los patriotas cubanos y de sus instituciones revolucionarias. No podía esperarse otro comportamiento de la entonces emergente potencia del norte, que vio su enfrentamiento a España —con teatros de operaciones en Cuba, Puerto Rico y Filipinas— como una contienda imperialista de reparto colonial.
Es revelador el análisis del prestigioso historiador Rolando Rodríguez en su texto República rigurosamente vigilada:
“Indudablemente la república comenzó mal. Una vez ocupada, no intervenida, el primero de sus mandatarios fue un general yanqui, Brooke, que si bien no fue el peor de aquellos elementos invasores que pretendían hacerse pasar por libertadores, se caracterizó por la cizaña que metió entre Gómez y la Asamblea del Cerro para lograr la división de los cubanos. Tampoco hizo nada por la población campesina, la mayoritaria del país, que moría de hambre después de la cruel Reconcentración de Weyler. (…). Luego llegó Wood. Era el factótum del anexionismo. Trató de que Cuba pasara a formar parte de Estados Unidos. Tampoco hizo nada por el pueblo cubano (…). Se le ocurrió la idea de llevar unos miles de maestros a tomar cursos en Estados Unidos para que luego envenenaran a los niños cubanos con la trasmisión de valores de aquel país. Por suerte, los maestros cubanos eran patriotas y, al regreso, supieron insuflarle a los niños cubanos ideas de independencia, soberanía y amor a la patria”.
A pesar de tan aviesas intenciones, Estados Unidos no pudo anexarse a Cuba. Décadas de brava pelea por la libertad no podrían ser borradas de un plumazo. En la conciencia de los que sentían verdaderamente por esta tierra estaba el anhelo de edificar por sí mismos una nueva vida. Por otra parte, no se podía ignorar la existencia de la Resolución Conjunta de abril de 1898, donde ante los ojos del mundo Estados Unidos reconoció: “Que el pueblo de la isla de Cuba es y de derecho debe ser libre e independiente”. Pesaban igualmente las simpatías que el movimiento de liberación cubano había despertado entre sectores progresistas de la opinión pública estadounidense, y la oposición de grupos económicos y políticos de ese país no interesados en la anexión.
Todo ello llevó al presidente William McKinley a buscar otra fórmula más encubierta de dominación que resultó ser la Enmienda Platt, impuesta como apéndice de la primera Constitución, que le otorgaba al imperio, entre otras prerrogativas injerencistas, el derecho de intervenir en los asuntos internos de la nación cubana.
No obstante el rechazo que suscitó entre los más consecuentes patriotas y la inmensa mayoría del pueblo, Washington la puso como condición para la retirada de sus fuerzas militares.
Así, aquel 20 de mayo de 1902 Cuba pasó del estatus colonial al neocolonial. El movimiento nacional liberador no pudo alcanzar entonces los ideales por los cuales se había derramado tanta sangre y sacrificado innumerables de sus mejores hijos. Sin embargo, la lucha mantuvo su continuidad.
De aquella república surgieron Carlos Baliño, Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena, Alfredo López, Antonio Guiteras, Jesús Menéndez, José Antonio Echeverría y muchos otros que contribuyeron a vertebrar las batallas de los obreros, estudiantes y de todo el pueblo, las que encontraron al fin su camino definitivo de emancipación en la Revolución lidereada por Fidel Castro Ruz.
Esa historia de rescate de la República que Martí quiso con todos y para el bien de todos no la podrá volver atrás, ni hoy ni nunca, ningún representante del imperio. Cuba es y seguirá siendo de los cubanos.
Alina Martínez / Trabajadores
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