miércoles, diciembre 27, 2017

A 78 años de la Batalla del Río de la Plata



El Graf Spee en Montevideo

En diciembre de 1939, a poco de comenzada la Segunda Guerra Mundial, el acorazado alemán Graf Spee se hundía frente a las costas de Montevideo, en una zona totalmente alejada del terreno de batalla.

La llamada "Batalla del Río de la Plata" aconteció el 13 de diciembre de 1939, cuando los buques británicos Exeter, Ajax y Achilles se encontraron frente a las costas de Punta del Este con el acorazado Graf Spee, uno de los más rápidos del mundo. La nave alemana que resultó dañada ingresó al puerto de Montevideo. El Ajax y el Achillers que también fueron afectados, decidieron retirarse de la zona de conflicto.
El acorazado Graf Spee fue construido en 1934, tras sus gemelos Admiral Scheer y el Deutschland. Había sido planificado para eludir las condiciones del Tratado de Versalles, que prohibía a Alemania tener navíos superiores a 10.000 toneladas.
Con una tripulación de 1.150 hombres, el 21 de agosto de 1939 el acorazado partió del puerto de Wilhelmshaven, en el norte de Alemania. Su función fue apostarse en el Atlántico Sur durante los primeros meses del conflicto bélico , su hundimiento fue seis kilómetros al noroeste de la escollera Sarandí de Montevideo.
Durante su recorrido el Graf Spee tuvo enfrentamientos con otros buques. El 20 de septiembre, halló cerca de Pernanbuco al vapor inglés Clement con carbón y petróleo, siendo su primera víctima. Los hechos fueron los siguientes. Hans Langsdorff telegrafió al mercante la orden de silenciar su radio, si no, abriría fuego.
El capitán del vapor acató la orden y los alemanes enviaron a la “Tripulación de Presa” a ocupar la nave. Para confundir a los ingleses, los alemanes llevaban gorras con el nombre del acorazado Admiral Scheer. Así los marineros del Clement (que fueron enviados a tierra en chalupas) dijeron que les había atacado el Scheer, en vez del Spee.
Mientras el Graf Spee seguía su curso, el Almirantazgo inglés, comunicó sobre la presencia en el mar de una nave corsaria. Toda la flota inglesa se puso en estado de alarma, pero sus órdenes eran muy ambiguas, sabiéndose que solo una o más naves corsarias están en el Atlántico. Ninguno de los barcos hundidos comunicó su posición en el momento del ataque. La estrategia de Langsdorff de modificar todo el tiempo el nombre del barco le funcionó.
Ante esa situación, las autoridades británicas se vieron obligadas a comenzar una gran operación de rastreo. Para eso recurrió a todas las unidades disponibles y desplazando hacia el Atlántico a la Flota del Mediterráneo, el Almirantazgo organizó a nueve grupos de búsqueda, confiando a cada una, un sector del Océano. Pero era buscar una aguja en un pajar. La búsqueda duró meses.
El Graf Spee surgía en los lugares más inesperados. Por otro lado era muy fácil para los alemanes escabullirse de los británicos, pues en esa época, casi todos los buques funcionaban con carbón, por lo que a la menor señal de humo en el horizonte, el Graf Spee se retiraba a otro lugar. Su seguridad dependía de que los alemanes consiguieran que los barcos capturados no solicitaran auxilio por radio. Pero fue el Doric Star el que lanzo la señal: RRR (que en cifrado significa "Somos atacados por una nave enemiga").
Los ingleses elaboraron cálculos muy complicados para tratar de dilucidar los movimientos del acorazado. Se estimaba que posiblemente se encontraba a unas 3000 millas de distancia y que podía llegar al Río de La Plata hacia el 13 de diciembre.
En ese sentido sin tener certezas salvo presunciones el Comodoro Henry Harwood ordenó a sus navíos (el HMS Exeter, el HMS Ajax y el HMS Achilles) ubicarse en aquella zona. El 13 de diciembre, a las 06:14, el Graf Spee llegó a su cita, divisando inicialmente a la flota británica. Sonó la alarma, y los hombres corrieron a sus puestos de combate. El primer error del Comandante Langsdorff fue tomar a las naves inglesas, no como cruceros sino como destructores y se lanzó a toda velocidad contra el enemigo.
La estrategia inglesa a partir de tener varios navíos fue ponerse en semicírculo para evitar los más posible el fuego directo del acorazado alemán en un solo ángulo. El Graf Spee hizo el ataque de acuerdo a lo que esperaban los ingleses es decir esparciendo su fuego a diferentes posiciones.
Si bien los primeros momentos de la batalla el Graf Spee logró doblegar a los navíos alemanes, no pudo sostener la intensidad de sus ataques. A esto hay que agregarle que el comandante Langsdorff fue herido en la cabeza al inicio de la batalla. Esto pudo haber disminuido su capacidad de juicio en un contexto complicado.
Hacia las 10:00 de la mañana el acorazado se retiró de la batalla y se dirigió al estuario del Río de la Plata, pero en todo momento fue seguido por los Cruceros HMS Ajax y los HMS Achilles, que no querían perder de vista a su enemigo hasta la llegada de refuerzos...
El acorazado entró en Montevideo a la 11:00 de la noche del miércoles 13 de diciembre de 1939. Londres envió la indicación que le fueran concedidas al Graf Spee solo 24 horas de asilo conforme a la Convención de la Haya de 1907. La misma sostiene que “en tiempo de guerra un navío beligerante no puede estar más de 24 horas en un puerto neutral, a menos que tenga daños que la impidan lanzarse a la mar”.
La idea del acorazado alemán eras pedir 15 días para reparar la embarcación. Berlín quería evitar que se filtre la información de los serios daños de Graf Spee. En este sentido era incongruente esconder los daños y pedir, a la vez, 15 días para repararlo. El 14 de diciembre el embajador ingles modificó su estrategia apoyando al comandante alemán en su petición de asilo. La idea era dejar al acorazado hasta el día 20 (porque en esas fechas el acorazado HMS Renown y el portaaviones HMS Ark Royal llegarían a las cercanías del Río de la Plata).
Por otro lado la batalla diplomática era más intensa. Langsdorff y el embajador alemán en Montevideo se comunicaban constantemente con Berlín. Llegaban órdenes y contraórdenes, y Langsdorff no ocultaba su nerviosismo. Empezaba a comprender que había cometido un gran error al refugiarse en un puerto neutral. El encuentro diplomático le resultaba más peligroso que una batalla naval. Ahora corría el riesgo de perder su barco sin disparar un solo cañonazo.
La estrategia de los ingleses era sobredimensionar la presencia de buques ingleses en la zona. Langsdorff creyó en esa versión a pesar de que las informaciones que llegaban desde Berlín decían lo contrario. Si Langsdorff hubiese escuchado las noticias que le llegaban de Berlín y zarpaba, probablemente hubiera logrado superar el modesto obstáculo representado por los tres pequeños cruceros.
A las 19:30, el acorazado se dirigió a la salida del puerto, pero se detuvo inesperadamente a unas cincuenta millas de la ciudad. Pocos minutos después algunos barquitos aparecieron en el horizonte y se detienen al lado del Graf Spee para que los tripulantes abandonen el buque y se dirijan a Buenos Aires. Durante unos minutos, el acorazado quedó inmóvil en las calmadas aguas del puerto. Cuando en ese instante la nave explotó. El sonido de la explosión llegó hasta los navíos británicos que estaban preparándose para la batalla. Hubo júbilo general. El comodoro Harwood telegrafió a Londres: "Hoy muchas vidas humanas han sido ahorradas". El Graf Spee ardió durante unas horas, para luego volcarse sobre un costado posándose en un fondo de apenas 8 metros.
Paralelamente a este suceso el 20 de diciembre, se encontró al capitán de navío Hans Langsdorff muerto en su habitación del Hotel de Inmigrantes en Buenos Aires. Se había envuelto en la bandera alemana. Con anterioridad había escrito una carta, dirigida al embajador de Alemania en Buenos Aires, que decía:
“Después de haber luchado largo tiempo, he tomado la grave decisión de hundir el acorazado Admiral Graf Spee, a fin de que no caiga en manos del enemigo. Estoy convencido de que, en estas circunstancias, no me quedaba otra resolución que tomar después de haber conducido mi buque a la trampa de Montevideo. En efecto, toda tentativa para abrir un camino hacia alta mar estaba condenada al fracaso a causa de las pocas municiones que me quedaban. Una vez agotadas esas municiones, sólo en aguas profundas podía hundir el buque a fin de impedir que el enemigo se apoderara de él. Antes de exponer mi navío a caer parcial o totalmente en manos del enemigo, después de haberse batido bravamente, he decidido no combatir, sino destruir su material y hundirlo... Desde un principio he aceptado afrontar las consecuencias que implicaba mi resolución”.

Darío Brenman

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