domingo, diciembre 24, 2017

Fidel filósofo, el eslabón más alto de la dignidad

Recuerden que el eslabón más alto que puede alcanzar la especie humana es ser revolucionario.
Che

Es preciso estudiar el carácter filosófico de la obra revolucionaria de Fidel de la mano de su pueblo. No por ambiciones museísticas o enciclopédicas, sino porque la humanidad vive una crisis de dirección revolucionaria donde son indispensables los aportes y los debates posibles que su pensamiento y su obra fecundan permanentemente. Siempre creyó Fidel que es posible cambiar al mundo, porque es insostenible e insoportable la aberración oligarca que hace de la vida un esperpento desolador donde se destruye a la especie humana y al planeta entero.
Entre todas las dimensiones revolucionarias de Fidel, la de “filósofo” tiene brillo y definiciones propias. En su pensamiento, y especialmente en su praxis, fijó coordenadas clarísimas para entender su inteligencia y su vigencia revolucionaria capaces de superponerse al paso del tiempo y a toda forma del olvido. Fidel, por ejemplo, prestó carne al pensamiento de José Martí, lo hizo suyo y lo profundizó. Fidel trabó litigio permanente contra la realidad miserable que carcomía al pueblo no solo bajo la dictadura de Batista, sino mucho antes. De aquel Martí y de ese litigio contra la injusticia emerge la certeza definitiva de un filosofar en lucha que asciende hacia la praxis revolucionaria y que por cumplirse como ejemplo y con lealtad durante toda una vida, derrota a la muerte y derrota al olvido. Porque las ideas revolucionarias son ideas que deben perfeccionarse permanentemente.
Contra la operación mediática o psicológica imperial que ha tratado de convencernos de que muerto Fidel está muerta la revolución, tenemos por herencia el bastión de su Filosofía crítica, que supo ser vertedero ético mundial, que supo ser luz de dignidad a prueba de todo. Que supo llamar por su nombre a cada una de las virtudes de los revolucionarios y también a cada uno de sus errores. Que supo ser visionario ejemplar y estudioso riguroso de las luchas (y de las amenazas contra esas luchas), gracias al privilegio de su inteligencia creadora en pleno uso del método de Marx y Engels en la acción directa. Supo esclarecer la premisa más importante en una Revolución que no es “propiedad” de Fidel sino del pueblo revolucionario de Cuba.
En el repertorio de las ideas filosóficas de Fidel destaca su preocupación esencial por la humanidad, especialmente por el carácter revolucionario de la humanidad, y destaca su siempre ejemplar confianza en que es posible e irrefrenable el ascenso de los seres humanos hacia una sociedad superior. Por eso Fidel está presente en toda rebeldía, a pesar de los debates, las contradicciones y los retrocesos que la humanidad sufre. La filosofía socialista de Fidel, su filosofar la sociedad superior y los caminos hacia ella, continua su marcha y perfeccionamiento en manos del propio pueblo cubano. “Si queremos expresar cómo aspiramos que sean nuestros combatientes revolucionarios, nuestros militantes, nuestros hombres, debemos decir sin vacilación de ninguna índole: ¡Que sean como el Che! Si queremos expresar cómo queremos que sean los hombres de las futuras generaciones, debemos decir: ¡Que sean como el Che! Si queremos decir cómo deseamos que se eduquen nuestros niños, debemos decir sin vacilación: ¡Queremos que se eduquen en el espíritu del Che!”
Pero la consigna es defenderlo de ser Dios, tal cual Feliú lo invoca pensando en el Che. Como todo ser humano revolucionario hay en Fidel errores —que él mismo reconoció y faltantes que él mismo admitió—, en la dinámica misma de su formación o de las tensiones mundiales que Cuba tuvo y tiene. “He cometido errores, pero ninguno estratégico, simplemente táctico. No tengo ni un átomo de arrepentimiento de lo que hemos hecho en nuestro país”, dijo en una entrevista.
Fidel incubó en su pensamiento la certeza de que una Revolución (que alguna vez pareció imposible) debía realizarse (hacerse realidad) convirtiendo su teoría y su método en acción concreta. Todo a pesar de las amenazas y los ataques del imperialismo norteamericano… había una revolución en marcha. Confianza en la humanidad, desconfianza en el imperio. El pensar filosófico de Fidel, que no es obra decorativa, está impregnado de verdades humanas y eso es lo que lo hace, junto a su raíz revolucionaria, materia contagiosa.
Eso contagió a millones de seres humanos, e hizo a Fidel madurar como líder al mismo tiempo que se hizo educador popular y estadista de nuevo cuño, alejado de las formas políticas acartonadas, diluyendo las veleidades diplomáticas convencionales y pariendo el nuevo orden de la fraternidad revolucionaria con todos los pueblos y la unidad de la Revolución al Socialismo con la liberación nacional. Pieza clave de su filosofar la Revolución —como revolucionario— se expresa en el pensar de su pueblo, que se transformará a sí mismo para ver nacer una nueva conciencia que es logro epistemológico, ético y estético. Todo ello filosofado en clave de humanista, de nuevo tipo, forjado en la lucha revolucionaria. Fidel siempre audaz y fraterno. Su pensamiento ha trascendido las fronteras. Fidel supo darse tiempo para reflexionar profundamente, sin dejar las urgencias y sin frenar el combate. Especialmente la “Batalla de las Ideas”. Filósofo sin dejar de ser soldado, pensador en acción para la libertad y la justicia. Soldado de las ideas y de la moral de la práctica. Exigió, junto a Chávez, la existencia de una Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad.
Fidel, desde su altura y anchura intelectual, desde su envergadura moral y política, tenía entre sus preocupaciones el problema permanente de hacer conocer las ideas, trasmitirlas, contagiarlas. Dilema de todos nuestros frentes y nuestras luchas. Apelaba Fidel a cuanta gracia y a cuanta audacia hicieran expandir (con claridad) los idearios revolucionarios (su Filosofía) madurados por los pueblos, con sus sueños de justicia y de igualdad; con sus planes de equidad y de felicidad. Estaba Fidel dispuesto a admitirlo todo, sin confundir la táctica con las estrategias, porque su ética tenía también claridad meridiana, márgenes irrefutables y solvencia a toda prueba. Su ética humanista… su ética en pie de lucha. Su consigna filosófica vigente: “Dentro de la revolución todo; fuera de la revolución nada”. Está claro.

Fernando Buen Abad Domínguez
La Jiribilla

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