lunes, diciembre 18, 2017

Ai Weiwei: una mirada crítica y desencantada de la actualidad del mundo



Al finalizar el año, la exposición del artista chino Ai Weiwei cierra una temporada prolífica en muestras plásticas muy potentes en Buenos Aires. En el Caminito de La Boca, entrada a fundación Proa, una montaña de bicicletas unidas recibe al visitante: son 1.254 objetos que son representativos del transporte en China, y así empieza un particular recorrido artístico y político que remite al gigante oriental actual, pero que se ancla en un pasado reciente y también en uno remoto y milenario.
Se puede afirmar que la vida de Ai Weiwei, nacido en 1958, está atravesada por los acontecimientos de la revolución en China (1949), su degeneración y la lucha faccional al interior del dirigente Partido Comunista Chino. Al llamado de Mao Tse Tung de 1956 a “que se abran cien flores y compitan cien escuelas del pensamiento para promover el progreso en las artes y de las ciencias y de una cultura socialista floreciente en nuestra tierra”, que promovió la crítica y la intervención de los intelectuales en la vida pública, siguió una purga a los sectores críticos considerados "de derecha". El poeta Ai Qing, padre de Ai Weiwei y militante comunista, fue uno de los condenados al destierro a la China profunda, donde se le otorgaron tareas de “reeducación” para "remediar" su "desviación intelectual” –como muchos intelectuales, fue rehabilitado años después, tras la muerte de Mao. En ese exilio interno Weiwei dio sus primeros pasos y aprendió de su padre la importancia de la poesía. Algunos críticos señalan que su obra es una expresión de la poesía en el arte contemporáneo.
Weiwei es uno de los más activos, originales y críticos artistas de la escena contemporánea actual. En Proa se puede apreciar una de sus obras más recientes: un gomón negro gigante con figuras negras humanas y mochilas que remiten a los rescates de los naufragios de los refugiados que llegan a Europa por el mar Mediterráneo, ese cementerio acuático, tal como fuera definido. El 'wallpaper' muestra el proceso de escape de la guerra, la huida por el mar, la llegada a los campos alambrados de refugiados. Una pantalla muestra esas imágenes en forma documental. Es una experiencia sobrecogedora.
El hambre que se saciaba, en su infancia, con semillas de girasol es representado por una sala entera cuyo piso está cubierto por esas semillas. Una reproducción en madera de la Gran Muralla. Una sala con mil cangrejos que representan a la burocracia china y el relato de cómo el gobierno decidió arbitrariamente destruir de un día para el otro su estudio. Unos taburetes entrelazados sin pegamento ni clavos que forman un semicírculo que se eleva a los cielos. Una fotografía del artista dejando caer un jarrón de la dinastía Han –que se une con ciertos episodios de destrucción del patrimonio histórico durante la Revolución Cultural. Unas esposas modernas de grafito y unas esposas de madera antiguas, continuidad en el tiempo de los objetos de reclusión.
Weiwei pasó su infancia y adolescencia en el período conocido como la "Revolución Cultural" (1966-1976), un proceso en el cual un sector de la burocracia impulsó, en choque con otra facción, la participación de la juventud en la vida política, sin retirar sin embargo el corset de un gobierno férreo y propiciando fuertes tendencias antiintelectualistas y la exposición de los intelectuales de forma humillante a las multitudes. No se debe olvidar que, durante su gobierno, Mao reinvindicó la ortodoxia estalinista, fue un furioso antitrotskista e hizo reinar en China el culto a su personalidad.
Luego de la muerte de Mao, la línea promotora de la Revolución Cultural fue derrotada y sus principales referentes fueron encarcelados –incluida la esposa de Mao, Jian Quing. A partir del '78, de la mano de Den Xiao Ping, se abrió un período de abierta restauración capitalista, que combinó la continuidad del régimen autoritario burocrático con la apertura a las políticas de mercado capitalistas, en una situación de crisis permanente, que aun prosigue. Ai Weiwei fue perseguido por el gobierno y, luego de vivir en Nueva York, su obra fructificó, aunque fue prohibida en su país.
En la actualidad vive en Alemania y experimenta con las redes sociales –su cuenta de instagram @aiww tiene cuatrocientos mil seguidores–, así como con los sistemas de vigilancia, y ha colocado en el centro de sus denuncias el drama de los refugiados, sobre el que dirigió el film Human Flow (estrenado en Cannes) visitando campos alrededor de todo el mundo. Si bien Weiwei se plantea como un activista, su obra no plantea una superación al estado de las cosas, pero sí mira el mundo con ojos críticos. Su prolífico uso de la 'selfie' quizá pueda ser entendida como una vuelta de la mirada sobre sí mismo: una desilusión por el mundo que produce que el artista se refugie en la exhibición de sí, del sujeto, del individuo.

Judas
Prensa Obrera

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