lunes, diciembre 25, 2017

La salud que debería ser para todos



La vida de un niño, de un hombre o de una mujer, ha sido siempre lo primero para el Gobierno socialista cubano, que ha extendido ese humanismo fuera de sus fronteras, y ha defendido en disímiles rincones del mundo ese sagrado derecho a existir.

No son mil, ni siquiera un millón. La mitad de los seres humanos que habita el planeta no tiene acceso a servicios sanitarios básicos, mientras otros tantos pasan a engrosar las filas de la pobreza cuando tienen que pagar por este tipo de atención.
No son mil, ni siquiera un millón, es la mitad de la humanidad, y ante lo abrumador de las cifras uno puede perder la perspectiva de que, incluso si fuera uno solo, habría que cambiar algo para que esa persona tuviese garantizado el más elemental de los derechos, el de vivir.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), en un informe conjunto con el Banco Mundial, dio a conocer en días recientes tales resultados, que distan mucho de los propósitos de la agenda 2030.
«Acelerar urgentemente nuestros esfuerzos para establecer una cobertura universal de salud» fue el llamado del presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, sin embargo, la de­sigualdad en el reparto de las riquezas y el lucro de no pocos con lo que debería ser un derecho inalienable, hacen más gris el panorama para aquellos que padecen el desamparo.
Porque por increíble que parezca, este no es un asunto de miles de millones de dólares, aunque ciertamente hagan falta los recursos materiales. Es, ante todo, un tema de voluntad política. Lo ha demostrado Cuba a lo largo de sus años de Revolución, en los cuales siendo un país que se quedó con la mitad de sus profesionales de la Medicina, sin haber podido salir del subdesarrollo y sometido a un férreo bloqueo económico, comercial y financiero, ha logrado no solo tener un sistema de salud universal y gratuito, sino alcanzar indicadores tan altos como los de naciones del Primer Mundo.
La vida de un niño, de un hombre o de una mujer, ha sido siempre lo primero para el Gobierno socialista cubano, que ha extendido ese humanismo fuera de sus fronteras, y ha defendido en disímiles rincones del mundo ese sagrado derecho a existir.
Por eso mientras se lee que la mitad de los seres humanos no tiene acceso a servicios sanitarios básicos, junto al compromiso de seguir luchando –ya sea mediante la solidaridad o en las tribunas internacionales– por que eso cambie, es imposible no sentir el sano orgullo de sentirse cubano.

Granma

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