martes, diciembre 19, 2017

Chile: el triunfo de Piñera es responsabilidad de la Concertación – Nueva Mayoría



Con los resultados de la segunda vuelta del pasado domingo, se confirma que la inestabilidad de la situación política general del país será el signo que marcará la primera parte de próximo gobierno de Sebastián Piñera.
La razón del triunfo del candidato derechista que se impuso con 54,57% de los votos contra el 45,43% obtenidos por Alejandro Guillier, solo puede encontrarse en el rechazo popular a la Nueva Mayoría, a su elenco de candidatos pertenecientes a sus partidos corruptos y burócratas, y a la agudización de la precarización de las condiciones de vida de millones de trabajadores como consecuencia de sus políticas a la medida de los empresarios y en contra del interés popular.
Hace unas semanas era el Frente Amplio quien canalizaba una parte de los votos históricos de la Concertación, mostrando como suyos los reclamos sociales y democráticos levantados por diferentes movimientos sociales, pero hoy muchos de los votantes que migraron de opción electoral desde la Nueva Mayoría al bloque encabezado por Beatriz Sánchez, no volvieron a votar por el candidato que buscaba ser la continuidad concertacionista. El candidato derechista obtuvo poco más de 1 millón 300 mil votos más que en la primera vuelta. La abstención se acercó al 50% y nuevamente da cuenta de la precaria estabilidad sobre la que transita la transición política en curso.

Candidatos sin diferencias de fondo

Piñera se benefició de los limites insuperables de un gobierno frente populista (o de “centroizquierda”, como les gusta que los llamen) que usando el verso del “reformismo” intentó esconder su política de rescate a los capitalistas en crisis, que se presentó atravesado por una profunda fractura de sus partidos.
El programa de Piñera es conocido: defender la institucionalidad y bases económicas del pinochetismo -ahora como recambio de la Concertación-, usar el endeudamiento estatal para apuntalar subsidios en beneficio de clase capitalista y el incremento de la política de confiscación extrema de la población que trabaja para mantener los niveles de ganancia de los empresarios en el marco de un profundo deterioro de las condiciones económicas en el país. En este balotaje se presentaron dos variantes capitalistas de defensa de la política privatizadora, cuyos programas encarnaban planes de guerra social ante las masas, sin diferencias de fondo. Incluso en la recta final el candidato de Chile Vamos fue “concertacionando” su campaña, amenazado por una explotación del voto de repudio al gobierno de Bachelet menor de la esperada en la primera vuelta.
Piñera planteó que buscará financiar a largo plazo las deudas de estudiantes contraídas con la educación privada sobre la base de subsidios que salvarán a los bancos acreedores, principalmente a los ligados con la educación técnico profesional. Guillier había prometido condonar las deudas del 40% “más pobre” que hoy están en estado de mora, aunque terminó desdiciéndose y contradiciéndose en más de una oportunidad con lo que emitía su comando de campaña. Ninguno de los dos candidatos planteó la gratuidad de la enseñanza en todos sus niveles, ambos defendieron la vigencia del negocio capitalista en la educación, con las reformas necesarias para su continuidad en el escenario de crisis.
Lo mismo sucedió con la respuesta que ambos dieron al movimiento de lucha contra las AFP, que en el último año convocó multitudinarias movilizaciones que llegaron a los 2 millones de personas. Guillier insinuó marchar -dejando claro que “de forma muy gradual” – hacia lo que él llamó “un sistema de reparto” que terminaría “con el monopolio de los privados”, pero que en lo concreto se limitó a plantear un 5% de aporte patronal para mejorar una parte de las bajísimas pensiones actuales, manteniendo la altísima cotización obrera que bordea el 14%. Piñera declaró en su campaña que está de acuerdo con ese 5%, pero financiado por el Estado y no por las patronales. Los dos se mostraron a favor de seguir usando los recursos públicos para mantener la capitalización del sistema de jubilación privada que entrega pensiones de miseria, y con ellas, una importante reserva de recursos con muy pocos riesgos, a disposición del capital financiero internacional, y en contra del fin a las AFP y su reemplazo por un sistema de seguridad social basado en la completa contribución patronal. Lo mismo sucede en el ámbito de la vivienda, la salud, de los derechos de las mujeres y las comunidades LGTBI, donde sus diferencias son superficiales.
La política antiobrera, de reformas producto de acuerdos entre los partidos tradicionales en beneficio de la clase burguesa, seguirán avanzando con Piñera, quien se la jugará hasta el fondo para que se mantenga en lo esencial el edificio reaccionario impuesto por la dictadura pinochetista. Esto lo tiene presente desde un inicio Piñera, quien al enterarse del triunfo realizó rápidamente un llamado a la “unidad nacional” planteando que “Chile necesita más acuerdos que enfrentamientos”.

La lucha contra el piñerismo y el desafío de la izquierda

Piñera operará en la práctica como continuidad y profundización de la política antiobrera de los últimos seis gobiernos anteriores, en los cuales alternaron concertacionistas y derechistas. Como sus antecesores, Piñera no escatimará en métodos de cooptación, persecución y represión contra los luchadores y luchadoras. Pero esto no significa que el próximo periodo será “miel sobre hojuelas” sino todo lo contrario. La lucha contra el piñerismo y su política privatizadora volverá a tener en las calles a las diferentes expresiones de lucha popular y sindical que se han desarrollado en el país en los últimos años al calor de una crisis social de conjunto, y de todos quienes rechazaron la cooptación oficial.
Desde el POR denunciamos a las dos variantes capitalistas y llamamos a los trabajadores a no votarlos. Rechazamos la maniobra de extorsión del Frente Amplio, que invocando un “frente anti-Piñera” llamó a votar por Guillier llevado a un callejón sin salida a las expectativas de decenas de miles que rompieron con el oficialismo y fueron llamados a votar por uno de sus enemigos, defendiendo la continuidad del frente popular e intentando bloquear así el fortalecimiento de una tendencia independiente de la clase obrera y los explotados. La CUT, en las manos de la burocracia del PC y de la DC (Democracia Cristiana), salió a apoyar a Guillier, pero no hizo lo mismo con la lucha contra las AFP, donde incluso bloqueó la movilización por su derogación.
La tarea de desarrollar una alternativa obrera y socialista exige reforzar nuestra acción política y delimitación respecto de los bloques capitalistas, y particularmente de quienes apelan a la retórica "reformista" para someter a los trabajadores. Debemos sacar adelante la discusión y acción conjunta con todos los trabajadores y trabajadoras que votaron por Guillier con desconfianza y frustración, con la intención de que no ganara Piñera, y con los militantes y adherentes del FA que reivindican la existencia de una fuerza política independiente de la Concertación que lleve la lucha hasta el final por sus reclamos postergados.
La Concertación–Nueva Mayoría, incluido el burócrata Partido Comunista, le pavimentó el camino a la derecha, que deberá lidiar desde su primera etapa con una crisis en marcha.
Como oposición al piñerismo debemos luchar por que esta experiencia conduzca a reforzar decisivamente una alternativa política propia de los trabajadores, y esto solo será posible con la irrupción de los trabajadores en la escena política, retomando sus métodos históricos. Más que nunca, es fundamental poner en pie en Chile un partido obrero revolucionario.

Vitoco La Rosa

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