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domingo, febrero 10, 2019
Chalecos amarillos: Macron y la extrema derecha italiana se pelean para manchar el movimento
El ultraderechista italiano Luigi Di Maio apoyó a los chalecos amarillos. Macron lo interpretó como un acto injerencista. Neoliberales y populistas buscan desacreditar a los chalecos amarillos.
“El viento del cambio cruzó los Alpes. Repito, el viento del cambio cruzó los Alpes”. Con esa frase provocadora, el dirigente del Movimiento 5 Estrellas de Italia y vice primer ministro del gobierno italiano, Luigi Di Maio, anunciaba nuevamente su apoyo a los chalecos amarillos.
Su apoyo quedó simbolizado por su encuentro en Francia con Christophe Chalencon, un ultraderechista convencido que multiplica sus maniobras ilegítimas para aparecer como principal figura pública de los chalecos amarillos.
Con la campaña para las elecciones europeas de telón de fondo, la provocación se transformó en una crisis diplomática: Macron hizo volver a Francia a su embajador en Roma para “observaciones”.
Los chalecos amarillos juegan un rol particularmente disruptivo para la política francesa, pero también para toda la Union Europea. En un momento de estallido importante de un cuestionamiento del neoliberalismo y de un sistema político profundamente antidemocrático, ciertos sectores políticos buscan manipular su influencia, al calor de la llegada de las elecciones europeas en final de mayo de este año.
Se espera que en ellas se exprese una importante polarización entre los movimientos euroescépticos y los tradicionales proeuropeos que encarna Macron. En este marco se dió el primer incidente diplomático entre Italia y Francia desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Luigi Di Maio es dirigente del populista Movimiento 5 Estrellas y vice primer ministro de Italia, que gobierna en alianza con la formación de extrema derecha Liga Norte de Matteo Salvini.
Si bien llegó al gobierno de Italia capitalizando el particular cuestionamiento que hay en Italia -y en la mayoría de los países europeos- de la casta política, su movimiento mostró en los últimos meses elementos de debilitamiento.
Con el crecimiento electoral real de Salvini y de la Liga Norte, su principal aliado que le empieza a hacer sombra, por un lado, y por otro el Brexit que excluirá a su principal aliado a escala europea, la coalición inglesa de extrema derecha UKIP, el M5S ve en los chalecos amarillos la posibilidad de fortalecer posibles socios en Francia hacia la llegada de las elecciones europeas, para constituir un nuevo grupo parlamentario euroescéptico.
Fue así que decidió organizar un encuentro político con Christophe Chalencon, el ultraderechista francés que intentó el martes pasado mostrarse como figura pública del movimiento de los chalecos amarillos y presentó su lista electoral para las elecciones europeas -sin ninguna legitimidad y con total autoproclamación- en Italia.
En ese intento de manipular al movimiento de los chalecos amarillos, acercándose a su supuesta ala derecha -en realidad internamente particularmente rechazada- Luigi di Maio intenta fortalecer una base particularmente euroescéptica, ya que Marine LePen tiende más a apoyarse sobre figuras como Salvini de la Liga. Así busca conquistar aliados y avanzar posiciones en la política europea sobre la base de un programa neoliberal senil, ajustador y racista como el que aplica hoy en día el gobierno italiano.
La respuesta de Macron fue arriesgarse a una crisis diplomática para intentar una vez más deslegitimar a los chalecos amarillos -asociándolo con movimiento de extrema derecha manipulado desde Moscú y Roma- y para una oposición frontal a su principal adversario europeo, el gobierno Italiano.
Contra el apoyo a los elementos más reaccionarios que quieren desviar la lucha de los chalecos amarillos -como Chalencon por Di Maio-, Macron busca la polarización entre el “progresismo” y la “reacción y los populismos”, buscando así manchar al movimiento.
Al día siguiente, el 5 de febrero, el presidente francés anunció que no aceptará las nuevas provocaciones de socios y países vecinos, y decidió ayer la repatriación de su embajador en Roma, cristalizando la crisis diplomática más importante entre los dos países desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Si bien Salvini intentó apaciguar la situación llamando a “pasar la página”, y Luigi Di Maio publicó en Le Monde una carta donde explica “por qué quise conocer a dirigentes de los chalecos amarillos”, la crisis es expresión de la importante crisis interna del proyecto de integración europea neoliberal que encarnaban el duo Macron y Merkel.
Chalecos amarillos rechazaron el discurso de Macron sobre las manipulaciones de la extrema derecha. Frente a esta crisis, muchos chalecos amarillos expresaron abiertamente no estar ligados a Chalencon y rechazaron darle ningún apoyo ni legitimidad.
Maxime Nicolle, una de las figuras mas conocidas del movimiento, aclaró en un viaje a San Remo en la frontera italiana que “queremos discutir y militar una Europa de los Pueblos. Declarar caduca la 5ta República y declarar la Europa de los Pueblos, para que Europa no sea la de los intereses financieros sino la de los pueblos”. Explicó su rechazo a la maniobra de Chalencon y que el movimiento “no tiene ningún dirigente ni ninguna figura que pueda hablar en su nombre”. Conscientes de la maniobra electoral por la extrema derecha, muchos chalecos amarillos expresaron su rechazo al intento de desvío.
Tras la huelga del 5 de febrero, donde el movimiento tuvo una primera experiencia de confluencia con el movimiento obrero organizado y los sindicatos, su identidad política se perfila hacia la impresionante solidaridad hacia sus sectores más pobres y más precarizados, rechazando a la represión de la policía contra sus columnas y también contra la que existe en los barrios populares, levantando la necesidad de un rechazo de instituciones reaccionarias como el Senado de una “democracia para los ricos”.
Julien Anchaing
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