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lunes, febrero 11, 2019
El ojo del FMI no engorda el ganado
Una visita en medio del derrumbe económico.
La visita de los técnicos del FMI, con vistas a la aprobación de un nuevo desembolso de 7.500 millones de dólares, da cuenta de la condición colonial de la Argentina después del acuerdo firmado en 2018 entre el gobierno y el organismo internacional. De este nuevo tramo del préstamo depende que Argentina pueda cumplir con sus compromisos de deuda de aquí a agosto. La dirección efectiva de la política económica ha quedado en manos del ´estado mayor del capital financiero´ que preside Christine Lagarde.
El gobierno espera que este “monitoreo” transcurra sin sobresaltos, habida cuenta de la seudoestabilidad cambiaria que ha cosechado al costo de pagar entre un 50 y 60% de interés anual por la nueva hipoteca que carga el Banco Central. Se trata de las Leliqs, las letras que el BCRA emite en favor de los bancos privados y que ya representan una deuda del orden de los 22.000 millones de dólares. Sin embargo, la misión fondomonetarista llega cuando ese esquema precario comienza a mostrar sus primeras fisuras. En efecto: la decisión de ponerle un límite a esta nueva bola de nieve, por la vía de bajar los intereses y – más recientemente – de restringir el volumen de fondos que los bancos pueden colocar en estas letras, ha tenido como consecuencia un rebote del dólar. Es evidente que un intento de mayor alcance por desmontar las Leliqs podría terminar en una nueva corrida cambiaria. Hace pocas semanas atrás, el inefable Cavallo reclamó que las Leliqs fueran consideradas “parte de la base monetaria”. Con alguna elegancia, quiso decir que este endeudamiento – y su reciclamiento a muy corto plazo – constituía una emisión encubierta de moneda, con un fuerte potencial devaluatorio e inflacionario.
Pero las contradicciones de la política oficial aparecen en el otro extremo de este juego especulativo, o sea, cuando el dólar se “plancha” por debajo de la banda de flotación admitida, y el Banco Central sale a comprar verdes para evitar una caída mayor. El Fondo Monetario, en este caso, está preocupado por los pesos que el Banco central volcaría al mercado al adquirir esas divisas, y que representarían otra gambeta a la “emisión cero”. Para compensar ese efecto, el FMI reclama mayor rigor en el “cumplimiento del programa fiscal”. En otras palabras, que no se emitan pesos para financiar al Tesoro. Pero aquí aparece otro aspecto de la crisis: según informan los diarios, el FMI también está “preocupado por la evolución del PBI”. Es una forma sinuosa de referirse al derrumbe económico cuyas cifras están a la vista. La industria registró, en diciembre, una caída de casi el 15% respecto del mismo año de 2017. La construcción orilla el 20% para abajo. Mientras el gobierno dice ´esperar´ una caída del 0.5% del producto anual, los técnicos del Fondo prevén un porcentual tres veces más negativo. Las consecuencias de este desplome sobre el acuerdo colonial son claras: el incumplimiento del “déficit cero” se produciría, no por la vía de los gastos, sino de la recaudación de impuestos, que dependen de la marcha de la actividad económica. Parte de la burguesía – y de sus bloques políticos a pedido – reclaman un aflojamiento monetario para “reactivar la demanda”. Pero esa variante, como se demostró en estos días, sólo termina en la suba del dólar y la fuga de capitales. El acuerdo Macri-FMI pone de manifiesto sus contradicciones y, en última instancia, su inviabilidad, cuando se lo considera en el escenario más general de la crisis mundial. En estas horas, los “gurúes” recomiendan la dolarización de carteras, temerosos de que la frágil tregua comercial entre EEUU y China vuelva a romperse. Esa alarma ya ha llegado a la Argentina.
La visita del Fondo, finalmente, no se circunscribe solamente a los funcionarios del macrismo. Los diarios informan de reuniones con referentes de la oposición, dando por segura una cita con el gobernador salteño – y candidato presidencial – Urtubey. La “junta de acreedores” de Argentina exige garantías, de oficialistas a opositores, de cumplimiento con la hipoteca de la deuda usuraria, que en estos días ya se mide como equivalente a la totalidad del producto bruto del país. Estas reuniones ya tuvieron lugar en anteriores visitas, y recorren el abanico del pejotakirchnerismo. Piden “unidad para ganarle a Macri en octubre”. Pero si resultan electos, cumplirán con la mayor hipoteca que dejaría el macrismo –los 450.000 millones de dólares de deuda usuraria.
Romper con el FMI y repudiar la deuda, son medidas elementales para una reorganización del país sobre nuevas bases sociales.
Marcelo Ramal
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