domingo, enero 19, 2025

Canadá, la asunción de Trump y el riesgo de una nueva guerra comercial


La asunción de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, el próximo 20 de enero, será seguida con especial atención en la vecina Canadá, ya que el magnate amenazó a fines de noviembre con imponer un arancel generalizado del 25% a sus importaciones y las de México, en caso de que estos países no detengan lo que el nuevo titular de la Casa Blanca califica como una “invasión” migratoria y de drogas a gran escala desde las respectivas fronteras norte y sur. 
 En una cena posterior con el primer ministro canadiense Justin Trudeau, Trump, quien viene también de expresar sus intenciones de reocupar el canal de Panamá y comprar Groenlandia, no solo ratificó su postura arancelaria sino que se permitió, medio en broma y medio en serio, sugerirle a su par que, si no puede enfrentar esos gravámenes, integre su país a los Estados Unidos como el estado número 51. 
 En Canadá, las amenazas de Trump abrieron un clima de deliberación. A mediados de diciembre, la ministra de Finanzas, Chrystia Freeland, renunció a su cargo. Entre otros motivos, dijo que mantenía diferencias con Trudeau acerca de cómo enfrentar el desafío estadounidense. Pocas semanas después, el propio Trudeau, cuya imagen venía cayendo fuertemente en las encuestas, anunció su salida del poder en cuanto el Partido Liberal encuentre un nuevo jefe político, en un proceso que seguramente culmine en elecciones adelantadas este 2025. Varios diputados liberales le reclamaban ese paso al costado, mientras que el Nuevo Partido Democrático (NPD), una fuerza centroizquierdista que lo venía sosteniendo, empezó a amenazar en estos últimos meses con una moción de censura, igual que el opositor Partido Conservador y el Bloque Quebequés. 
 Dentro del empresariado canadiense, la duda es si Trump está realmente decidido a imponer una medida tan severa como la anunciada, o si, por el contrario, solo busca crear un clima que le permita llegar en mejores condiciones a la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que debería llevarse a cabo entre sus tres socios en 2026.
 Los empresarios canadienses, cualquiera sea su pronóstico al respecto, están muy preocupados, ya que Estados Unidos es el destino de más del 70% de las exportaciones y la fuente de la mitad de las importaciones nacionales. Se trata de economías fuertemente relacionadas, en especial en la industria automotriz. 
 Hasta ahora, Canadá ha asumido una actitud ambivalente. Por un lado, como concesión a Trump, instrumentó un paquete de 1.300 millones de dólares para reforzar la vigilancia y la represión en la frontera, incluyendo la compra de nuevos drones y helicópteros. A su vez, se comprometió a alcanzar la meta de 2% del presupuesto dedicado al área de Defensa, que es una medida que el magnate reclama a todos los socios de la Otan. En estas decisiones, vemos que la burguesía canadiense no tiene problemas en acentuar el militarismo y el ataque a los sectores más oprimidos.
 Pero al mismo tiempo, Ottawa da señales de que podría dar batalla a una imposición arancelaria de Trump, sea por medio de aranceles de represalia o, llegado el caso, el corte del suministro de petróleo y gas, una medida que tendría un impacto extraordinario, ya que el 60% de las importaciones de crudo estadounidenses provenían de Canadá en 2022. La posibilidad de una interrupción del suministro es una baraja que se discutió en un reciente cónclave de gobernadores, y mereció el rechazo en solitario de la primera ministra de Alberta, Danielle Smith -según parece, por tratarse de un Estado productor (RCI, 16/1). “No buscamos una pelea, pero estaremos ahí para pelear si es necesario”, acaba de decir Trudeau. Los funcionarios canadienses advierten también a Trump que los aranceles impulsarían la inflación en Estados Unidos, ya que los importadores trasladarían ese recargo a los precios.
 Durante su primer mandato, en 2018, Trump aplicó aranceles del 25% al acero y del 10% al aluminio canadiense, respondidos por Ottawa con aranceles de represalia, abriéndose, entonces, un conflicto que demoró la ratificación del TLCAN. Ante el acercamiento de la fecha de renegociación de dicho tratado, pautada para 2026, el primer ministro de Ontario, Doug Ford, quien preside el consejo de gobernadores canadienses, por así llamarlo, hizo en noviembre pasado un planteo a tener en cuenta. Propuso reemplazar el pacto en cuestión por un acuerdo bilateral Canadá-Estados Unidos, excluyendo a México, aduciendo que la economía azteca es una plataforma para el ingreso de productos chinos en América del Norte (ídem, 22/11/24). 
 Todas estas cuestiones indican que la llegada de Trump al poder abrirá una etapa muy agitada en América del Norte, que inevitablemente sacudirá, por sus consecuencias, a la clase trabajadora de estos países. Es imperioso preparar una intervención independiente y unitaria. 

 Gustavo Montenegro

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