domingo, enero 19, 2025

El nuevo gobierno del Líbano


Un elenco alineado a Occidente.

 Tras dos años de bloqueo político, el Líbano tiene nuevo gobierno. Joseph Aoun, comandante del Ejército libanés y “candidato favorito” de Estados Unidos y Arabia Saudita según el diario madrileño El País, terminó ocupando el sillón presidencial; y Nawaf Salam, cuya postulación fue repudiada por Hezbollah, detentando el puesto de primer ministro. El cuadro en el que tiene lugar la transición política es convulsivo; el país de los cedros está sumido en una bancarrota económica, que se agrava al calor de la crisis capitalista mundial. Su invasión el año pasado por parte del Estado genocida de Israel potenció todas las contradicciones que anidaban en su seno. 
 Un gobierno provisional estuvo al frente del Líbano antes de la llegada de estos personajes al poder. Su corrupto régimen político tiene características sectarias, como el de Irak. El presidente debe ser un cristiano, el primer ministro un musulmán sunita, y el presidente del parlamento un musulmán chiita. El camino hacia la investidura de Aoun, que recibió la aprobación de funcionarios norteamericanos y de estados del Golfo, no estuvo exento de crisis. El mandatario fue elegido en segunda vuelta con el apoyo de 99 diputados de los 128 que hay en la cámara legislativa. Previamente el general debió reunirse con los representantes chiíes de Amal y Hezbollah para conseguir los votos que le faltaban.
 Salam fue respaldado por facciones políticas cristianas y drusas, y por diputados musulmanes suníes –algunos de ellos son aliados de Hezbollah. En cambio, Hezbollah y Amal rechazaron su nombramiento –el presidente es quien elige al premier. El periódico al-Akhbar, cercano a Hezbollah, describió la subida de Salam como un “completo golpe de Estados Unidos”. Nayib Mikati, el primer ministro saliente, contaba con la banca de los dos grupos chiíes, al igual que el expresidente. Ahora el país levantino tiene un gobierno más alineado a Occidente. 
 El novel presidente señaló que una de sus prioridades será la “construcción” de la nación y su Ejército –las Fuerzas Armadas están en crisis y han perdido miles de soldados debido a la devaluación salarial. Busca ir hacia una reconstrucción de la autoridad del Estado burgués en un país que ha sido testigo de importantísimas luchas obreras. 
 Otra será velar por el cumplimiento del alto al fuego entre Israel y Hezbollah, firmado el pasado 27 de noviembre y de cuya negociación formó parte. En el acuerdo se estableció un periodo de 60 días para que las tropas israelíes que están apostadas en el sur del Líbano se retiren –hasta el momento, apenas se movieron. A cambio, Hezbollah tendría que ordenar el retiro de las tropas que tiene emplazadas al sur del río Litani, que pasarían a ser reemplazadas por las del Ejército libanés. Habrá que ver si Israel cumple. Algunos dicen que Benjamín Netanyahu está esperando que Donald Trump llegue a la Casa Blanca para analizar los pasos a seguir. Desde que se firmara la tregua, con todo, Israel lanzó bombas contra el Líbano en varias oportunidades. 

 Tembladeral económico

 El Líbano está inmerso en una bancarrota económica, siendo esto el factor principal de la inestabilidad política. En 2019 colapsó su sistema bancario y el gobierno impuso un corralito contra los trabajadores, lo que detonó una rebelión popular que reclamó la caída del régimen. De ahí en adelante la situación ha empeorado. En 2020 explotó el puerto de Beirut. Los efectos de la guerra imperialista en Ucrania se hicieron sentir con un aumento de la inflación y un agravamiento del desabastecimiento. La moneda, la lira libanesa, perdió un 98% de su valor; se triplicó el porcentaje de la población que está bajo la línea de pobreza (50%); y el desempleo, que se profundizó tras los ataques de Israel, afectaría a casi la mitad de los trabajadores. 
 El país, asimismo, es uno de los más endeudados del mundo (la deuda pública equivale al 150% del PBI) e importa el 90% de sus necesidades. Los capitalistas nacionales e imperialistas lo han llevado a la ruina. Los bombardeos del Estado de Israel –que, además, habría utilizado fósforo blanco para llevar a cabo su ofensiva– afectaron actividades como la agricultura y el turismo, y destruyeron infraestructura y fábricas, provocando la pérdida de miles de millones de dólares en concepto de ingresos. El ataque sionista, por otro lado, dejó 4.000 personas muertas y más de 16.000 heridas. 
 En este contexto, uno de los objetivos del elenco entrante es destrabar el envío de préstamos de organismos internacionales. Pero el desembolso dependerá de si el gobierno aplica o no las reformas estructurales reaccionarias que reclama el FMI. Para “construir” la nación, Aoun y Salam deberán ir hacia nuevos ataques contra la clase obrera libanesa. Es un pueblo que ha enfrentando físicamente al Ejército capitalista y que ha manifestado su odio por el régimen prendiendo fuego bancos. 
 Amin Salam, ministro de Economía, se reunió hace unos meses con representantes del equipo de Trump y de organismos como el FMI y el Banco Mundial. La política económica que desenvolverá Estados Unidos bajo el trumpismo afectará de lleno al Líbano. Un fortalecimiento del dólar elevará el peso de las deudas públicas de los países explotados y oprimidos por las burguesías imperialistas. Esto, cuando las perspectivas de crecimiento a largo plazo para el país levantino son dramáticas, pues la actividad fiscal y de inversión se ha reducido fuertemente. 
 Las masas libanesas tienen que prepararse para pelear contra el gobierno reaccionario.

 Nazareno Suozzi

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