domingo, enero 12, 2025

Venezuela: golpes de estado para todos y todas


La OTAN y la democracia.

 María Corina Machado, la líder de la derecha venezolana, y González Urrutia, el excandidato a presidente por la Plataforma de Unidad Democrática, han denunciado la juramentación de Nicolás Maduro para un nuevo mandato de otros seis años como “un golpe de estado”. Como en Venezuela el oficialismo es el estado mismo, esa caracterización es floja de papeles. Es indudable que se ha perpetrado un fraude, porque el gobierno no ha ofrecido las pruebas de su victoria electoral. Tampoco el tribunal encargado de hacerlo. Es claro que el país tiene una Constitución, cuya supervisión está a cargo del poder existente. Es probable que se haya habilitado la participación de la oposición a los comicios, luego de varios vetos, en función del levantamiento de sanciones por parte de Estados Unidos, pero nunca para renunciar a la continuidad en el poder. Maduro cometió un fraude como lo hace Milei cuando emite decretos en sustitución de leyes, para lo cual no tiene facultades, o se niega a entregar el proyecto de Presupuesto al Congreso, o firma un “repo” que requiere aval legislativo. Los bancos que participaron del negocio no objetaron este vacío jurídico. Como ocurre en Venezuela, el que tiene el mango usa la sartén.
 La denuncia de un golpe tiene otras adolescencias, por cuanto los denunciantes han sido efectivamente golpistas desde muy temprano. Por ejemplo, en abril de 2002, cuando un grupo militar arrestó a Chávez y le hizo firmar la renuncia a la presidencia. Luego tuvo lugar el lock out patronal y petrolero de 2002/3. Enseguida la declaración de boicot electoral permanente, que dejó al chavismo con el 99 % de la asamblea nacional. Más adelante la legitimación de Juan Guaidó como presidente, lo que justificó el secuestro de las reservas de oro de Venezuela en el Banco de Inglaterra. Bajo el primer gobierno de Trump, Machado reclamó la invasión militar norteamericana a Venezuela. Bajo un régimen de “ficha limpia”, ningún miembro de la oposición derechista tradicional podría presentarse a elecciones. Del gobierno tampoco, aunque la desaparición de miles de millones de dólares por parte de la camarilla gobernante no ha sido llevada a la Justicia. Biden hizo liberar a un comisionista de esa camarilla, a cambio de que hubiera elecciones ‘competitivas’. Venezuela tiene la peculiaridad de que ni oficialismo ni oposición tienen legitimidad histórica. El régimen la ha perdido y la derecha hace mucho o desde siempre. La disputa sobre legitimidades e ilegitimidades tiene lugar cuando un golpista declarado, que anunció su decisión de gobernar por decreto, y que tiene varias condenas judiciales efectivas y en trámite, ha sido aceptado como candidato a Presidente en Estados Unidos. En Brasil, por delitos parecidos, Bolsonaro ha sido privado de la posibilidad de cargos públicos hasta 2030. Para los opositores desinhibidos, Norteamérica enfrenta una crisis constitucional final.
 Pero los golpes de estado del propio estado no sólo se cuecen en Venezuela. La Corte Constitucional de Rumania anuló, como si respondiera a Maduro, los resultados electorales recientes, alegando que el ganador gozó del patrocinio mediático de Rusia, sin siquiera probarlo. La apelación de Calin Georgescu no prosperó ni en la Corte de Derechos Humanos de la Unión Europea. Rumania es sede de bases y activos militares importantes de la OTAN y su ubicación en el Mar Negro la convierte en pieza política fundamental en la guerra en Ucrania. Forma parte de una onda que abarca a Hungría, Bulgaria, Eslovaquia, Serbia e incluso Alemania, donde al menos dos partidos, AfD y PSW, reclaman el retiro de la guerra. En varios medios, el título del fraude contra el ganador rezaba “Un golpe (de estado) de la OTAN”. Las actas del triunfo de Georgescu son de dominio público. Este precedente de fraude político de la UE ya tiene consecuencias. 
 Lo que acaba de probar Elon Musk, que declaró el propósito de derrocar a Keith Starmer, el primer ministro de Gran Bretaña, seguramente por medio de un “golpe de mercado”. El magnate reconoció que quiere designar a un ultraderechista como jefe de Gobierno. De ocurrir, nadie reclamará que se lo invalide como al rumano, porque en este eventual caso sería un infiltrado del campo de los ‘buenos’. En estos días, casualmente, la libra inglesa se está desvalorizando, la tasa de interés sube y la Bolsa de Londres se desploma. Corina Machado disfruta de estos acontecimientos golpistas desde Caracas, esperando que un Elon Musk la transporte al Palacio de Miraflores. 
 Como en el cuento de la buena pipa, la historia sigue, porque en la República de Georgia hubo elecciones con actas, que fueron ganadas por una corriente putinista, o sea de derecha, contra otra pseudoliberal, pero de la OTAN. Fraude, grita esta última, con la expectativa de reiterar el golpe de febrero de 2014 en Kiev, que llevaría, ulteriormente, a la guerra de la OTAN con Rusia. El pasaje de Georgia a la OTAN extendería la guerra de Ucrania al Cáucaso sur. Si no hay elecciones, porque no las hay, y si tienen lugar, peor aún; todo depende del ganador designado de antemano. La democracia electoral está siendo pulverizada por una guerra imperialista internacional. Para curarse en salud, ni Putin ni Xi tienen prejuicios electorales.
 No se puede terminar este artículo acerca de las travesuras electorales y los golpes del estado contra el mismo estado, sin mencionar a Volodomyr Zelensky, encargado de negociar un cese del fuego, un armisticio o un acuerdo de paz con Rusia, pero que tiene su mandato presidencial vencido. Es cierto que Ucrania, en guerra y bajo ley marcial, no ha podido convocar a elecciones, pero, ¿con quién negociar entonces, con un gobierno de facto? ¿Sigue representando Zelensky la voluntad popular? ¿Los ucranianos quieren seguir muriendo por la OTAN y la Unión Europea? Putin nunca enfrentó una elección competitiva y no es seguro que el pueblo ruso abrace la guerra para partir a Ucrania. La agonía del capitalismo y las guerras imperialistas se traducen en la descomposición del estado democrático-burgués. Cuando el imperialismo gobierna mediante la guerra, los explotados deben combatir como masa unida por medio de la revolución.

Jorge Altamira

No hay comentarios.: