domingo, enero 19, 2025

Imperialismo recargado: Trump insiste en quedarse con Groenlandia


El hijo de Donald Trump visitó la isla este mes 

La fría isla de Groenlandia quedó en el centro de la atención internacional en las últimas semanas, luego de que el presidente electo norteamericano, Donald Trump, renovara su propuesta de compra del enorme territorio insular de más de 2 millones de km2, próximo al Polo Norte, que está bajo control de Dinamarca. El magnate amenazó, simultáneamente, con reocupar el Canal de Panamá si no hay una renegociación favorable a los intereses norteamericanos, y buscó persuadir a Canadá de que se transforme en parte de los Estados Unidos. Imperialismo recargado. 
 De acuerdo a cronistas que visitaron Groenlandia por estos días, la calma de la isla de apenas 60 mil habitantes, que en un 80% está cubierta de hielo, se ha visto sobresaltada. Es que el magnate, ante la requisitoria de la prensa, no descartó presiones económicas y militares para lograr su objetivo. 
 En este codiciado territorio, rico en recursos minerales e hidrocarburíferos sin explorar, la actividad preponderante, casi exclusiva, es la pesca, con Estados Unidos y China como principales clientes, y las distancias entre pueblos deben recorrerse en avión o barcos, debido a la ausencia de caminos. La otra fuente de recursos son los 600 millones de euros anuales que gira Dinamarca. 
 La isla, vieja colonia danesa, se convirtió en un territorio autónomo en 1979, después de un referéndum, y amplió sus prerrogativas en 2009, tras otra votación popular. Actualmente, la defensa y la política exterior son las principales herramientas que quedan en manos de Copenhague. 
 En 2019, cuando Trump blanqueó por primera vez su interés por Groenlandia, el gobierno danés dijo que era una propuesta descabellada y que la isla no se encontraba en venta. Ahora, respondió con una inversión de 1.300 millones de euros para la compra de material militar y de defensa para el territorio polar. 
 La propuesta de Trump es bastante insidiosa, porque coincide con un desarrollo de los sentimientos independentistas en Groenlandia, cuyos habitantes se sienten discriminados por Copenhague. Por lo pronto, el primer ministro groenlandés Mute Bourup Egede se ha mostrado cauto ante las presiones, asegurando esta semana en una conferencia de prensa realizada en Nuuk, la capital, que “tenemos que negociar con Estados Unidos. Hemos iniciado un diálogo y empezado a explorar las posibilidades para cooperar con Trump”.
 La isla se encuentra gobernada por una coalición de los partidos centroizquierdistas Inuit Ataqatigiit –que ganó las elecciones de 2021 y al que pertenece el primer ministro- y Siumut. Según el diario madrileño El País, mientras que los primeros sostienen una postura de acercamiento gradual a la independencia, los segundos quieren acelerar el proceso y alcanzarla en un plazo de diez años. 
 La victoria de Inuit Ataqatigiit en los comicios de 2021 se cimentó en sus promesas de suspender las exploraciones de uranio e hidrocarburos, atento a los problemas ambientales. En la isla se han desarrollado importantes movimientos populares contra proyectos mineros y existe también un temor de que la actividad pesquera pueda verse afectada por ese potencial giro económico. 
 Mientras el pueblo de Groenlandia teme por la sustentabilidad de la isla, a las grandes compañías multinacionales y potencias capitalistas se les hace agua la boca por los ingentes recursos de la zona, entre ellos las tierras raras, que sirven para la fabricación de baterías de autos eléctricos, y cuyas principales reservas están en China. 
 A la cuestión de la posesión de los recursos naturales, para Washington se suma el interés por las rutas árticas. El calentamiento global ha abierto rutas comerciales alternativas de gran valor durante buena parte del verano, y se estima que para 2050 el Ártico podría quedar, durante toda esa estación, libre de hielo. 
 Para los que creen que la propuesta de Trump es solo una más de sus ideas estrambóticas, conviene tener presente que el mandatario Harry Truman ofreció por ella 100 millones de dólares en oro, en 1946. Y, antes aún, un documento de 1867 del Departamento de Estado señalaba que “deberíamos comprar Islandia y Groenlandia, especialmente la segunda. Las razones son políticas, militares y comerciales” (El País, 31/12/24). La Casa Blanca, además, cuenta ya con una importante base militar en la isla (Pituffik), es decir que el área forma parte del radio de interés del imperialismo norteamericano. En la puja con China y Rusia, Groenlandia resultaría una pieza de gran importancia.

 Gustavo Montenegro

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