viernes, enero 17, 2025

“Competencia de monedas”, o cómo enmascarar una gigantesca confiscación social


Los titulares económicos del día fueron ganados por las medidas que permitirán colocar indistintamente en dólares o pesos los precios del consumo final, y el pago con tarjeta de débito con la divisa americana. Los mentideros oficiales califican a la medida como un paso decisivo hacia la “competencia de monedas” y, de un modo general, a la “dolarización” y a los objetivos ´doctrinarios´ de Milei. En realidad, el gobierno libertario no ha resuelto nada: la “bimonetariedad” ultralimitada es otro intento por reforzar el ingreso de dólares a un Banco Central que continúa quebrado. El dolarizador sigue sin dólares, y es dudoso que la medida que acaba de anunciar contribuya a conseguirlos. 

 Dolarización y crédito 

La medida oficial hace del dólar una “moneda” en sólo dos de sus funciones: operar como unidad de cuenta o medida de valor (anunciando los precios) y como medio de circulación, es decir, permitiendo pagar con dólares a través de débitos bancarios. En lo sustancial, Milei-Caputo apuntan a ´mover´ los 15.000 millones de dólares que ingresaron con el reciente blanqueo. Suponen que muchos de los que blanquearon su dinero en cuentas o cajas de ahorro podrían emplear esos fondos para la compra, por ejemplo, de autos o electrodomésticos en dólares. Como los receptores de esos dólares -industrias o comercios- deberían liquidarlos en el mercado oficial, ello implicaría un ingreso de divisas a las arcas del Central. Adicionalmente, los libertarios sueñan con un efecto reactivador sobre el consumo de bienes durables.
 Pero los límites de ese plan son brutales: suponen que los ahorristas o especuladores transformarían su ahorro en consumo a través de una decisión administrativa – la emisión de tarjetas de débito en dólares. Actualmente, los fondos del blanqueo se dirigen a otro lado: la refinanciación de deudas empresarias (obligaciones negociables) o títulos de deuda pública. Es que el dinero blanqueado no es moneda “circulante”, sino dinero convertido en capital, que exige ser remunerado. El gobierno, en cambio, pretende que los ahorros en dólares sean rematados para financiar consumos. Pero el consumo no depende de esa operación, sino de los ingresos (salarios y jubilados) que los liberticidas están empeñados en depreciar.
 La “bimonetariedad” resuelta no será extendida a las tarjetas de crédito, a menos que la financiación correspondiente corra a cuenta... de los comercios respectivos, algo difícil sino inviable. La razón de esta restricción, según explican los medios financieros, es que continúa vigente la norma que sólo permite el crédito en dólares “a los que generan dólares”, por caso, los exportadores agrarios o industriales. Los partidarios de la “libertad” no se han movido un milímetro de esta restricción que rige desde la crisis de 2001. Por lo tanto, la bimonetariedad repele al dólar en una función fundamental de la moneda – como “promesa de pago” (crédito), sin el cual es inconcebible el ciclo de circulación y acumulación de capitales. La facilitación del crédito en dólares a los que cobran en pesos colocaría al régimen de Milei-Caputo frente al fantasma del 2001 – o sea, una devaluación masiva que “descalce” a las deudas en dólares de los degradados ingresos en pesos. El circulo vicioso de los “dolarizaciones” queda claro: necesitan conseguir dólares para darle respaldo a la “bimonetariedad”, pero la habilitación completa de la circulación en dólares -incluyendo al crédito- implica encender una mecha explosiva, que los liberticidas no tienen condiciones de enfrentar. Al cabo de un año de operaciones especulativas y carry trade, el Banco Central continúa con 5.000 millones de reservas disponibles negativas. Mientras tanto, el alcance de la crisis agraria se profundiza, y se extiende desde el negocio cerealero a los cultivos regionales. Esta crisis compromete al balance comercial de 2025. 
 La bimonetariedad tiene lugar en medio de conjunto más amplio de improvisaciones económicas, con un mismo objetivo: sostener a rajatablas la paridad cambiaria, con el propósito de mantener una operación especulativa con las colocaciones en pesos (“carry trade”) y el valor de la deuda pública en dólares. Pero la decisión oficial de no tocar la tasa de interés responde a otra crisis, en este caso, internacional. El proteccionismo de Trump, y sus consecuencias inflacionarias en Estados Unidos, anticipan una política de intereses elevados por parte de la futura administración yanqui. Milei-Caputo, los amigos de Trump, le temen a un reflujo de capitales y un derrumbe del carry trade por culpa de Trump. El costo de este operativo reviste alcances usurarios, y asegura a los especuladores rendimientos del orden del 10% anual en dólares. Midiendo este escenario de conjunto, la respuesta del “mercado” a estas medidas oficiales fue una caída en el valor de las acciones y títulos públicos, una “recuperación” del riesgo país e incluso de los dólares paralelos. La bimonetariedad, resuelta cuarenta y ocho horas después, intenta borrar con el codo este cimbronazo financiero. 

 Bimonetariedad, aquí y allá 

Milei-Caputo hicieron la mayor contribución a la dolarización, no en el día de ayer, sino al cabo de un año entero de gestión económica. Es la política que ha recibido el eufemismo de “dolarización endógena” y que consiste, esencialmente, en el alineamiento de los precios de consumo y tarifas en términos de precios internacionales, mientras que el poder de compra de los salarios y jubilaciones se han derrumbado. Los trabajadores argentinos enfrentan en los supermercados los mismos o mayores precios que en Madrid o Nueva York, con salarios que representan la mitad. La “bimonetariedad” es la cobertura de una gigantesca polarización social. Notablemente, la Argentina de Milei se parece en este punto a la Venezuela de Maduro o la Cuba de Diaz Canel, donde la mayoría oprimida ha sido excluida del consumo más elemental, el cual -en la Isla del caribe- queda reducido a las “tiendas especiales” con precios dolarizados. Cada vez más, el argentino trabajador mira a los productos de los supermercados y sus precios -ahora en pesos y dólares- como si fuera una “tienda especial”. Los economistas vulgares discuten a la bimonetariedad como un dispositivo monetario, sin atender al abismo social que pone de manifiesto.

 Marcelo Ramal 
 17/01/2025

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